Las manías implican la necesidad de realizar actos o rutinas repetitivos sin que intervenga la voluntad. Surgen por la necesidad de evitar el malestar, la ansiedad y el conflicto que provocan ciertos pensamientos obsesivos.
Alguien que tiene ‘manías’ suele pronunciar palabras a las que adjudica poderes mágicos; llevar objetos de los que no se separa; repetir pequeños rituales que le ponen a salvo de peligros imaginarios o reales… Tales ritos relajan a quien los elige y ejecuta. Si no puede llevarlos a cabo, se siente incómodo. La mera existencia de estos ceremoniales íntimos delata un psiquismo inquieto, un mundo interior desazonado. Cuando crecen de manera enfermiza e invaden gran parte de la vida, se convierten en patológicos. Sus víctimas necesitarán ayuda terapéutica. Si no alcanzan ese grado de morbosidad y la persona que los padece tiene un conocimiento aceptable de sí misma, pueden servir para hacerse algunas preguntas sobre uno mismo.
Conviene saber que los fetiches tratan siempre de calmar la angustia que sentimos al descubrir aspectos de nosotros mismos frente a los que nos sentimos incómodos. Su repetición constituye un modo de controlar determinados sentimientos y negar lo que nos provoca conflicto. Cuando los síntomas obsesivos aumentan es porque nuestro ‘yo’ se asfixia entre los impulsos que sentimos y la censura que nos imponemos para no reconocerlos. En las ideas obsesivas de ‘que si no se hace esto o aquello va a suceder algo malo’, se ve más claramente el sentimiento de culpa que proviene del interior. Las ideas obsesivas, los rituales o los fetiches pueden calmarnos temporalmente, pero no resuelven la angustia de fondo, que volverá a aparecer. El problema es que se multipliquen hasta el punto de hacernos esclavos de ellas.
LAS CLAVES: cuando los rituales alcanzan un grado preocupante es conveniente que nos hagamos algunas preguntas acerca de lo que nos está pasando. Los síntomas suelen presentarse de las siguientes maneras:
- Pensamientos mágicos: en tal caso, se repiten palabras o ideas con las que se intenta dominar una situación conflictiva. Este pensamiento tiene su origen en rasgos arcaicos de la personalidad. Es como una regresión a la omnipotencia infantil, cuyo objetivo era contrarrestar la sensación de dependencia que todos tenemos en la primera infancia. La tendencia a utilizar palabras ‘omnipotentes’ como defensa contra el peligro se produce porque uno siente que otras medias han fallado anteriormente.
- Rituales: una manera de dominar los aspectos atemorizantes de la realidad interna consiste en realizar determinados actos con la idea de que van a provenir algún tipo de desgracia. Estos rituales tienen un simbolismo inconsciente.
- Objetos: algunas personas sufren adicción a ellos, hasta el punto de que se encuentran mal si no los tienen. Esta actitud se debe a que necesitan una prueba de que están vinculados al mundo. Se aferran a las personas y a las cosas porque tienen pánico a perderlas. Por lo general, tales objetos o individuos representan las primeras relaciones con los padres, sobre todo cuando no se ha podido elaborar una discriminación adecuada. Por eso, cuando se pierde el objeto señalado, el dueño se siente desubicado.