El hombre es un ser social, pero no todo el mundo tiene la misma capacidad para relacionarse con otros. Para algunos, pensar siquiera en responder a una pregunta en clase, pedir su número en una zapatería o hacer una entrevista de trabajo implica una presión tal que les paraliza, imposibilitándolos para llevar a cabo con lucidez actividades cotidianas.
No estamos hablando de timidez, sino de un miedo patológico a enfrentarse a situaciones sociales conocida como ansiedad social. Hablamos de gente que le gustaría relacionarse pero no tiene la habilidad. Les cuesta hablar con otros, expresarse en público o no saben decir que no, lo que frecuentemente les hace ponerse rojos, tener palpitaciones y sudores.
La ansiedad social afecta a entre un 3 y un 13% de la población adulta y entre un 2 y un 5% de los niños y adolescentes. A veces es difícil detectarla, pero si no se hace a tiempo puede complicarse y derivar en otros problemas de ansiedad (como ataques de pánico), abuso de alcohol y otras sustancias, depresión o incluso bullying (acoso escolar). De ahí la importancia de un diagnóstico precoz.
A partir de los 12 años, con la adolescencia, los problemas se hacen muy evidentes. Los maestros son de gran importancia en la detección. El problema es que se trata de un trastorno que no se ve. Es muy fácil detectar a un niño hiperactivo, pero los retraídos, los más callados, esos con los que los profesores están encantados, son los que a menudo tienen ansiedad social y sufren mucho.
La fobia social, también llamada trastorno de ansiedad social, se diagnostica cuando la gente se siente abrumadoramente ansiosa y excesivamente consciente de sí misma en situaciones sociales de la vida cotidiana. Las personas con fobia social tienen miedo intenso, persistente, y crónico de ser observadas y juzgadas por los demás y de hacer cosas que les producirán vergüenza. Se pueden sentir preocupadas durante días o semanas antes de una situación que les produce temor. Este miedo puede tornarse tan intenso, que interfiere con su trabajo, estudios, y demás actividades comunes, y puede dificultar el hacer nuevas amistades o mantenerlas.
Aunque las personas con fobia social son conscientes de que sus miedos de estar con la gente son excesivos o irracionales, son incapaces de superarlos. Incluso en el caso de que logren enfrentar sus temores y logren estar rodeadas de otras personas, con frecuencia se sienten muy ansiosas de antemano, se sienten muy incómodas durante el encuentro, y se preocupan durante muchas horas después de la situación acerca de cómo fueron juzgadas por los demás.
La fobia social se puede limitar a una sola situación (tal como preguntar algo a la gente, comer o beber, o escribir en una pizarra en clase), o puede ser tan amplia (como en el caso de una fobia social generalizada) que la persona puede experimentar ansiedad en presencia de prácticamente cualquier persona que no sea de su familia.
Los síntomas físicos que acompañan con frecuencia a la fobia social incluyen enrojecimiento, transpiración intensa, temblor, náuseas, y dificultad para hablar. El sujeto tiene la sensación añadida de que es el centro de atención de ‘todo el mundo’ lo que agrava el problema.
CLAVES QUE DELATAN LA FOBIA SOCIAL:
- Disminución del rendimiento académico o laboral.
- Negarse a ir a clase (o ir con una ansiedad muy elevada).
- Tristeza, apatía o cambios bruscos de humor.
- Rechazar salir con los amigos los fines de semana, los deportes en grupo, excursiones, etc.
- Limitar las actividades de ocio a la televisión y a los videojuegos.
- Evitar coger el teléfono o atender a las visitas que llegan a casa.
- Fuerte autocrítica y pensamientos autodestructivos.
LAS SITUACIONES MÁS TEMIDAS:
- Hablar en público.
- Hablar con la gente.
- Mirar a los ojos.
- Comer o beber delante de otras personas.
- Realizar llamadas telefónicas.
- Subir a un trasporte público.
- Asistir a reuniones.
- Participar en fiestas.
- Hacer reclamaciones.
- Interactuar con personas de autoridad.
LO QUE SIENTE TU CUERPO: los síntomas físicos más comunes cuando la persona se tiene que enfrentar a la situación temida:
- Temblores.
- Taquicardia.
- Ruborización (ponerse rojo).
- Sudor corporal (sobre todo en las manos).
- Sequedad de boca.
- Falta de concentración.
- Tensión muscular.
- Ataques de pánico.
Sufrir por anticipado: una de las características fundamentales de la fobia social es una marcada ansiedad antes de que ocurran los hechos temidos. Así, cuando la persona se enfrenta a la situación presenta ya unos síntomas muy fuertes de nerviosismo, que le impiden actuar con naturalidad. El tímido patológico tiende a pensar que los demás están pendientes exclusivamente de su persona, y no puede evitar centrar la atención sobre sí mismo. Está más pendiente de sus pensamientos que de la persona con la que conversa, por ejemplo: de si le tiemblan las manos, de si está bien o mal peinado, de lo que va a decir cuando le toque hablar, etc.
Miedo a hacer el ridículo: el fóbico tiene un sentido desmedido del ridículo. Puede llegar a sentirse avergonzado por el simple hecho de preguntar a un desconocido por una calle: por cómo ha formulado la pregunta, por si se habrá notado su nerviosismo por lo que habrá pensado la otra persona de su aspecto. También piensa que lo que dice no le importa a nadie, porque suele tener dañada su autoestima. se juzga de una forma dura y errónea y, en muchas ocasiones, directamente evita hablar.
Timidez vs fobia social: la diferencia entre fobia social y timidez radica en el impacto que el temor a la gente tiene en la vida de la persona. El fóbico social tiene la vida personal o laboral gravemente afectada. El tímido, sin embargo, puede sentirse incómodo ante ciertas situaciones sociales, pero no tienen porqué interferir en su vida cotidiana. Otra diferencia está en el grado de evitación de las situaciones. Una persona tímida que tenga que exponer un trabajo en público lo pasará mal, pero lo hará. El fóbico puede estar varios días angustiado anticipando la situación (pensando que se va a poner rojo, que se va a quedar bloqueado y mudo) y lo más probable es que al final salga corriendo para no sufrir más.
MÁS QUE TIMIDEZ: la timidez (miedo a relacionarse) se convierte en fobia social cuando el miedo es:
- Injustificado (el peligro real no es elevado).
- Inoportuno (surge antes del evento).
- Desmesurado (frente al peligro real).
- Obstaculizador (impide el desarrollo de la vida cotidiana).
LA TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL:
- ¿Qué es?: se centra en ayudar a identificar los pensamientos y a hacerle consciente de cómo estos influyen directamente en sus emociones. Según aprendamos a interpretar de una manera u otra las situaciones que estemos viviendo, podemos sentirnos mejor o peor y actuar de forma productiva o bloquearnos. Por medio de pautas concretas, cualquiera puede aprender a detectar y cambiar su estado de ánimo para así sentirse mejor consigo mismo y con los demás.
- ¿Qué debe hacer el afectado?: en este tipo de terapias, el sujeto tiene un papel activo y participativo, pues aunque reciba ayuda, él es quien va a cambiar, y así tiene que saberlo. Por último, se le recomienda poner en práctica fuera de las sesiones todo lo aprendido durante éstas para acelerar los avances.
¿En qué casos se recomienda?: esta terapia está indicada para todo tipo de problemas: depresión, ansiedad, problemas sexuales, de pareja… Y para cualquier edad: niños, adolescentes, adultos y tercera edad.