En la inmensa mayoría de los casos, el pensamiento y la emoción son enteramente la consecuencia del pasado, se basan en la memoria. Por lo tanto, en una acción semejante jamás hay plenitud de realización. Esa acción deja siempre una cicatriz en la memoria, y la acumulación de muchas de tales cicatrices se convierte en la conciencia egocéntrica, el ‘yo’, que siempre impide la comprensión completa (12).
De manera gradual, hemos justificado intelectualmente con explicaciones todos nuestros sentimientos, nuestra sensibilidad, nuestras percepciones más delicadas, hasta volvernos absolutamente superficiales; y para llenar esa superficialidad, para enriquecernos, estudiamos libros (13).
La percepción alerta sin opciones [sin pensamiento] revela, en el instante mismo de la acción, las ocultas distorsiones del pensamiento y la emoción, así como su secreto significado (14).
La mente ha llegado a ser tan sólo un instrumento de autoprotección en diversas formas, y se ha dividido a sí misma en emoción y pensamiento; no es que la vida la haya dividido ni que las emociones se hayan separado de la mente, sino que la mente, a causa de sus propios deseos, se ha fragmentado en partes diferentes (14).
El pensamiento-sentimiento se halla limitado por su propia causa, el anhelo de devenir, el cual está atado al tiempo. El anhelo, identificándose con la memoria, crea el ‘sí mismo’, el ‘yo’, lo ‘mío’. Es el actor desempeñando diferentes papeles para acomodarse a las diferentes ocasiones, pero siendo internamente siempre el mismo (14).
El pensamiento sigue siendo el resultado de los sentidos. Uno debo experimentar consigo mismo; tiene que haber percepción alerta [autoobservación], que es conocimiento propio, para descubrir cuán profundamente nuestros pensamientos y sentimientos provienen de los sentidos y qué hay más allá del pensamiento (15).
Hemos llenado nuestros corazones con las cosas de la mente. Y las cosas de la mente son, en esencia, ideas [habitualmente confusas]: lo que debería ser y lo que no debería ser (16).
Está el intelecto, con su capacidad de investigar, de analizar, de razonar y llegar a conclusiones; y existe el sentimiento, el sentimiento puro que es siempre interrumpido, distorsionado por el intelecto [el pensamiento]. Y cuando el intelecto interfiere con el sentimiento puro, de esta interferencia se desarrolla una mente mediocre [mente que critica, valora, juzga]. Por un lado, tenemos el intelecto, con su capacidad de razonar basada en sus agrados y desagrados, en su condicionamiento, en sus experiencias y conocimientos; y por el otro, tenemos el sentimiento, el cual está corrompido por la sociedad, por el miedo (21).
Sentir es pensar. Los dos son inseparables. Cuando veo un niño en la miseria, hambriento, entonces quiero romper con la sociedad con el político y todos los demás, y hacer algo acerca de ello. El sentimiento siempre va con el pensamiento. Y el sentimiento es percepción, sensación, contacto y todo lo demás. Sentir es ser sensible, y cuanto más sensibles sois, más sentís las heridas [por eso muchos vuelven al embotamiento]. Empezáis, pues, a construir una defensa, una protección. Todo esto es una forma de deseo. Dejar de ser sensible es evidentemente volverse íntimamente paralítico, morir. Tal vez estemos paralizados la mayoría de nosotros; eso es lo que nos acaece por nuestra educación, por las relaciones y los contactos sociales, por los conocimientos -cosas todas que nos embotan, nos vuelven estúpidos, insensibles-. Y viviendo en una tumba, tratamos de sentir (34).
Pensamiento y sentimiento [de una mente confusa y condicionada] no son más que reacciones (34).
El pensamiento es una fragmentación de la totalidad de la mente [que ha percibido la realidad distorsionada]. Lo total contiene la parte, pero la parte jamás puede ser lo completo. El pensamiento es la parte más activa de nuestra vida. El sentimiento marcha junto con el pensamiento. Esencialmente son la misma cosa, aunque tenemos la tendencia a separarlos. Habiéndolos separado, concedemos entonces gran importancia al sentimiento, al romanticismo y a la devoción, pero el pensamiento, como la cuerda de un collar, pasa por todo ello entrelazándolo, oculto pero activo, controlando y moldeando. Está siempre ahí, aunque nos guste pensar que nuestras emociones profundas son en esencia diferentes. Hay en esto una gran ilusión, un engaño que es muy bien visto y que conduce a la deshonestidad (52).
Tratamos de encontrar una respuesta, ya sea intelectual o emocional, como si el intelecto fuera algo separado de la emoción y la emoción fuera algo separada de la respuesta física, etc. Y como toda nuestra educación y cultura se basan en este enfoque intelectual de la vida, todas nuestras filosofías están basadas en conceptos intelectuales, que son puras sandeces. Toda nuestra estructura social así como nuestra moralidad descansan sobre esta división (69).
Todo sentimiento personal, toda emoción, se vincula con el pensamiento; por lo tanto, resulta en placer y dolor (42).