Solo seguimos a alguien cuando estamos confusos. Cuando no estamos contentos, cuando nos sentimos deshechos deseamos que alguien -un conductor político, religioso o militar- nos ayude, nos saque de nuestra aflicción. Cuando en nosotros hay claridad, cuando comprendemos, no deseamos que se nos conduzca. Sólo deseamos ser conducidos cuando nos hallamos en estado de confusión, con todo lo que eso implica.
No pudiendo ver claramente, escogemos un líder que también estará confuso.
¿Cómo puede un hombre ciego escoger un líder? Sólo puede escoger entre los que le rodean. De un modo análogo, un hombre confuso puede elegir tan sólo un líder que esté tan confuso como él mismo.
Estando confuso, es natural que nuestro líder nos conduzca a una mayor confusión, a un mayor desastre, a una mayor aflicción.
Vosotros y yo podemos ayudarnos unos a otros a disipar nuestra propia confusión, lo cual no significa que yo me convierta en vuestro líder y vosotros en mis seguidores o que yo sea vuestro gurú y vosotros mis discípulos. Nos ayudamos simplemente unos a otros a comprender la confusión que existe en nuestra propia mente y corazón. Sólo cuando no queremos comprender la confusión, huimos de ella, y entonces recurrimos a alguien, a un líder o a un gurú. Pero si queremos comprenderla, debemos atender a la desgracia común, a los dolores, a las aficiones, a la sociedad, y sólo podemos hacerlo cuando no tratamos de hallar una respuesta, una salida de la confusión.
Debemos comprender la confusión porque ella conduce de por sí a la desgracia. Cuando la comprendamos, cuando la disipemos, seremos libres como el aire, amaremos, no seguiremos a nadie, no tendremos líderes, y entonces llegará la sociedad de la igualdad verdadera, sin clases y sin castas.
No buscamos la verdad, tratamos de hallar solución a alguna dificultad, y ésa es nuestra desdicha. Queremos líderes que nos dirijan, que nos remolquen, que nos presionen, que nos hagan adaptables, y eso inevitablemente lleva a la destrucción, a mayores sufrimientos. El sufrimiento es lo que tenemos a la vista, y sin embargo nos negamos a verlo, y queremos ‘verdaderos’ líderes, lo cual significa gran falta de madurez. Todo liderazgo, para mí, es indicio de deterioro social. El líder es un elemento destructivo en la sociedad
El hombre que está confuso no puede escoger sino de acuerdo con los dictados de su propia mente, o sea, de la confusión.
No existe el ‘buen’ líder; todos los líderes son ‘malos’. Lo que tenemos que hacer es disipar nuestra propia confusión. Y la confusión sólo se elimina cuanto nosotros mismos nos comprendemos. Con el comienzo del conocimiento propio viene la claridad. Sin conocimiento propio no se ve uno libre de confusión.
Es muy importante, para aquellos que son realmente serios y de buena fe, el empezar por sí mismos y no buscar liberación ni escape de la confusión. En el momento en que comprendamos la confusión, estaremos libres de ella.