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Por razones políticas o industriales, la disciplina se ha convertido en un factor importante en la presente estructura social, y por nuestro deseo de tener seguridad aceptamos y practicamos varias formas de disciplina.
La disciplina sólo puede edificar muros a nuestro alrededor; es siempre exclusiva, y siempre provoca conflictos. No conduce a la comprensión, porque a la comprensión se llega mediante la observación, mediante el estudio, sin prejuicios de ninguna especie.
Uno de los peligros de la disciplina es que el sistema que la implanta adquiere más importancia que los seres humanos que están dentro de él. La disciplina se convierte entonces en un sustituto del afecto; y debido al vacío de nuestros corazones nos esclavizamos adhiriéndonos a la disciplina.
La libertad no puede surgir jamás a través de la disciplina ni de la resistencia; la libertad no es una meta ni un fin que ha de lograrse. La libertad se encuentra en el principio [es hermana de la inteligencia], no en el fin [si actúo de esta u otra manera seré libre]; ni tampoco ha de encontrarse en un ideal utópico. Leibniz define la libertad como ‘la espontaneidad del ser inteligente’.
Un monje le preguntó al Buda cómo había alcanzado tan alta altura espiritual, a través de qué medios o preceptos, de qué disciplina, de qué conocimientos. El Buda le contestó: ‘no mediante el conocimiento, ni la disciplina, ni los preceptos, ni tampoco sin ellos’.
22 de Noviembre de 2015