Cómo explicar en palabras lo que siente el corazón cuando observa al águila recorrer sus dominios en las alturas de las montañas.
Y cada pueblo leyó en el libro sagrado de la Tierra las lecciones encerradas en cada criatura, en cada nube y montaña de la naturaleza.
Los pueblos de las nieves leyeron en la nieve y los lagos lo que la naturaleza les dejó.
Y los pueblos de la selva encontraron sus lecciones en medio de árboles milenarios y cascadas escondidas. Las gentes de la tundra y la sabana las buscaron entre rocas y praderas, en medio de valles sagrados y cuevas misteriosas.
Pero los cielos cambiaron, las estrellas se movieron, muchas lunas pasaron… el peso de los siglos se fue acumulando sobre la historia del planeta. Y nacieron las ciudades, las calles y los edificios.
Los hombres dejaron las pieles y se vistieron con ropa de fábricas.
Se alejaron de la naturaleza y la encerraron en parques… y dijeron que era para protegerla.
Ya no estaba el hermano castor para enseñarle los misterios de los ríos, ni la hermana águila para mostrarle cómo debía volar. Ya no era posible hablar con los árboles para descubrir sus secretos, ahora todos ellos estaban encarcelados en parques y zoológicos… para protegerlos.
¿Y el hombre?…
El hombre se había construido una celda más grande… y la llamó civilización, la llamó ciudad, la llamó sociedad… pero era una celda y no se daba cuenta.
El hombre creó entonces escuelas e institutos. Para enseñarles a sus hijos a vivir dentro de la celda… para enseñarles cómo ser felices aunque estuvieran presos.
Y sentir un aire de libertad… aunque no pudieran salir nunca de sus celdas.
Por eso nacieron los hombres que querían ser libres, los que sí se daban cuenta de la tragedia.
Los que gritaron a los cuatro vientos que el hombre había perdido el camino.
Pero los consideraron locos, y a veces hasta los quemaron en la hoguera.
Por eso los hombres libres tuvieron que esconderse y reunirse en pequeños grupos… al margen de la sociedad que los apartaba..