Usted debe haberse preguntado, estoy seguro, si un ser humano puede realmente cambiar. Sé que las circunstancias externas cambian: nos casamos, nos divorciamos, tenemos hijos, hay muerte, un empleo mejor, la presión de las nuevas invenciones, etc. Exteriormente se desarrolla una tremenda revolución en la cibernética y en la automatización. Usted debe haberse preguntado si es del todo posible que uno cambie, no en relación con los acontecimientos externos, no un cambio que sea una mera repetición o una continuidad modificada, sino una revolución radical, una mutación total de la mente. Cuando uno se da cuenta, como usted mismo debe haberlo notado, que de hecho no cambia, uno se siente terriblemente abatido, escapa de sí mismo. De modo que surge la pregunta inevitable: ¿puede haber un cambio? Recordamos un periodo en que éramos jóvenes, y esa pregunta acude a nosotros nuevamente: ¿cambian, en modo alguno, los seres humanos? ¿Ha cambiado usted? Quizás ha existido una modificación en la periferia, pero en lo profundo, radicalmente, ¿ha cambiado? Tal vez no queremos cambiar porque nos sentimos bastante cómodos (…).
Yo quiero cambiar. Veo que soy terriblemente desdichado, estoy deprimido, soy desagradable, violento, con algún destello ocasional de otra cosa que el mero resultado de un motivo; y ejercito mi voluntad para hacer algo al respecto. Digo que debo ser diferente, que debo abandonar este hábito, ese otro habito, que debo pensar y sentir de una manera distinta, que debo actuar de una manera distinta, que debo ser más esto y menos aquello. Uno hace un esfuerzo tremendo, y al final de ello sigue estando deprimido, es vulgar, desagradable, brutal, sin sentido alguno de lo que es la calidad humana. Entonces se pregunta si existe de hecho cambio alguno. ¿Puede un ser humano cambiar?
Nuestros cerebros están dañados. Durante miles de años hemos sido heridos psicológicamente, interiormente, y esas heridas recordadas forman parte de nuestras células cerebrales: la propaganda de dos mil años que dice que soy cristiano, que creo en Jesucristo, o que soy budista; eso es una herida. ¿Comprende, señor? Así que nuestros cerebros están dañados. Remediar este daño es escuchar muy atentamente [hay ausencia de pensamiento], escuchar, y en el acto de escuchar se tiene una percepción directa de lo que se ha dicho, y, por consiguiente, hay inmediatamente un cambio en las células cerebrales. Por lo tanto, hay una completa y total ausencia de identificación.
¿Alguna vez se ha sentado usted muy silenciosamente, no con la atención fijada en algo, no haciendo un esfuerzo para concentrarse, sino con la mente muy quieta, realmente silenciosa? Entonces escucha todo. Escucha tanto los ruidos lejanos como los que están más próximos, y también los sonidos inmediatos, muy cercanos a usted, lo cual significa que presta atención a todo [hay ausencia de pensamientos]. La mente no está restringida a un solo canal estrecho y pequeño. Si puede escuchar de este modo, con facilidad, sin esforzarse, hallará que dentro de usted se produce un cambio extraordinario, un cambio que adviene sin que ponga voluntad en ello, sin que lo pida; en ese cambio hay gran belleza y profundidad de discernimiento. Ahora me está usted escuchando; no hace un esfuerzo para prestar atención, sólo está escuchando; y si en lo que escucha hay verdad, hallará que dentro de usted ocurre un cambio notable, un cambio no premeditado ni ansiado; tiene lugar una transformación, una revolución completa en la que rige sólo la verdad y no las creaciones de su mente [a través del pensamiento condicionado]. Y, si me permite sugerirlo, usted debe escuchar de esa manera todo; no sólo lo que estoy diciendo, sino también lo que dicen otras personas, escuchar a los pájaros, el silbato de una locomotora, el ruido del autobús que pasa. Encontrará que cuanto más lo escucha todo, mayor es el silencio, y ese silencio no es roto, entonces, por el ruido.
Un médico en Nueva York me dijo que el problema fundamental es si las células cerebrales, que han estado condicionadas por siglos, pueden producir una mutación. Yo dije que eso es posible sólo a través del escuchar[para una escucha activa, debemos estar atentos y la atención es sinónimo de ausencia de pensamiento]. Pero uno no está dispuesto a escuchar enteramente.
Autor: J. Krishnamurti.