Todo ser humano desea alguna forma de poder. No ataquemos el poder del cual están investidos los otros, al contrario, liberémonos del deseo de poder en nosotros mismos; entonces nuestras acciones serán totalmente distintas. Si dedicáramos toda la mente en liberarnos de cualquier clase de poder -lo cual significa funcionar sin status– entonces crearíamos una sociedad muy diferente (65).
El conocimiento es mecánico y funcional. Cuando el conocimiento, la capacidad, se utiliza para adquirir status, engendra conflicto, antagonismo, envidia. El cocinar y el gobernar son funciones, y cuando el status se introduce furtivamente en cualquiera de las dos, entonces empiezan las disputas, el snobismo y el culto de la posición, la función y el poder. El poder es siempre perverso. Y es esta perversidad la que corrompe a la sociedad. La importancia psicológica de la función produce la jerarquía del status. Negar las jerarquías es negar el status. Hay jerarquía de función pero no de status (48).