El anhelo de poseer surge a través de la percepción, el contacto, la sensación; el deseo busca satisfacerse y, entonces, hay identificación, están el ‘yo’ y ‘lo mío’. Habiéndose saciado de las cosas, el deseo persigue otras formas de gratificación, formas más sutiles de satisfacción en las relaciones, en el conocimiento, en la virtud, en la realización de Dios (15).
Todos tenemos una sola cosa a la que nos aferramos particularmente, aunque pueda tomar diferentes formas. Usted se apega a su esposo, otros a sus hijos, y otros aun a alguna creencia; mas la intención es la misma. Sin el objeto al que nos apegamos nos sentimos desesperadamente perdidos. Tenemos miedo de sentirnos completamente solos (46).