‘Cuando dos personas que se aman mutuamente se mantienen inflexibles en sus convicciones diametralmente opuestas, ¿qué debe hacerse? ¿Tiene que ceder una o la otra? ¿Puede el amor tender un puente sobre esta brecha separativa y destructiva?’. Si hubiera amor; ¿existirían estas convicciones fijas que separan y atan? ‘Tal vez no, pero ahora ellas han rebasado el estado de amor; las convicciones se han vuelto duras, brutales, inflexibles. Puede uno ser flexible, pero si el otro no lo es, tiene que producirse una explosión. ¿Puede uno hacer algo para evitarla? Uno puede ceder, contemporizar, pero si el otro es totalmente intransigente, la vida con esa persona se vuelve imposible, no hay relación con ella. Esta intransigencia está conduciendo a peligrosos resultados, pero a la persona en cuestión parece no importarle llegar al martirio por sus convicciones. Todo esto parece un poco absurdo cuando se considera la naturaleza ilusoria de las ideas; pero las ideas arraigan profundamente cuando no tiene uno ninguna otra cosa. La benevolencia y la consideración se disipan en la áspera brillantez de las ideas. La persona de la que se trata está completamente convencida de que sus ideas, las teorías que ha sacado de la lectura, van a salvar el mundo trayendo paz y abundancia para todos, y considera que la matanza y la destrucción, cuando son necesarias, están justificadas como un medio para aquel fin idealista. El fin es importantísimo, y no los medios; nadie importa con tal que se logre ese fin’. Para una mente así, la salvación reside en la destrucción de los que no son de la misma convicción. Algunas religiones han creído en el pasado que este era el camino hacia Dios, y todavía tienen excomuniones, amenazas de infierno eterno, etc. Eso de lo que estáis hablando es la última religión. Buscamos esperanza en iglesias, en ideas, en ‘platillos volantes’, en Maestros, en gurus, todo lo cual sólo conduce a mayor desventura y destrucción. Uno tiene que estar libre de esta actitud intransigente; porque las ideas, por muy grandes, sutiles y persuasivas que sean, son ilusorias, separan y destruyen. Cuando la mente ya no está presa en la red de las ideas, opiniones, convicciones, entonces hay algo enteramente diferente de las proyecciones de la mente. La mente no es nuestro último recurso para resolver nuestros problemas; al contrario, es el creador de los problemas (53).