La experiencia genuina, directa, no puede crear disputas. Para ser capaces de vivir una experiencia original debemos desprendernos de las numerosas esclavitudes, de las influencias limitadoras que actúan sobre nuestros pensamientos y sentimientos. Esto es esencial y sólo es posible si cada uno de nosotros percibe y comprende las partes componentes que van a crear nuestro trasfondo, el ‘yo’ (14).
Necesitamos saber si tan sólo discutimos por curiosidad. Una discusión así nos llevará en cierta dirección, y si discutimos para descubrir la verdad, entonces nos llevará en una dirección diferente. ¿De cuál se trata? Como dije esta tarde desde el comienzo mismo, si nos limitamos a discutir como si estuviéramos en un club para entretenimiento intelectual, me temo que no tomaré parte en eso, porque no es tal mi intención; pero, si nuestra búsqueda es para descubrir la verdad de algo, o sea, de nuestra relación, entonces discutamos (16).
Como de costumbre, se me han entregado muchas preguntas, y mientras las consideramos juntos, permitáseme sugerir que no resistáis lo que se dice, sino más bien oídlo como escucharíais música. Escuchadme, nada más, sin disputar. Disputar y negar es lo acostumbrado y fácil, pero la mente disputadora jamás podrá hallarse en un estado de tranquilidad, el único en el que llega la comprensión (50).
Vivir en la superficie y discutir no lleva a ninguna parte y disipa la poca energía que uno tenga (34).
Si tú y yo reñimos, no quiero llevar eso en mi mente, en el pensamiento, quiero que se termine. Vendré a ti y te diré: ‘lo siento, no quise decir eso’, y se acabó (23).
¿Puede la respuesta del pasado demorarse de manera tal que haya un intervalo ente el reto y la respuesta? Tomo un condicionamiento muy superficial: uno ha sido educado en una cultura particular, en una determinada creencia o patrón de conducta, y cuando eso es cuestionado, hay una respuesta instantánea de acuerdo al trasfondo de esa persona en particular [su condicionamiento]. Usted me dice que soy un necio. Mi respuesta es inmediata, digo: ‘usted también lo es’, o me enojo con usted, o esto o aquello. Ahora bien, cuando usted me llama necio, ¿puede haber un intervalo, un espacio, antes de que yo responda, de manera que el cerebro se aquiete lo bastante como para responder de un modo diferente? (39).
Pensar en términos de fórmulas y sistemas no sirve más que para provocar oposición y disputa. Usted tiene su sistema, y otro tiene el suyo; los dos sistemas pelean, tratando cada uno de ellos de liquidar al otro, pero el problema aun persiste (53).