La opción entre deseos opuestos tan sólo da continuidad al conflicto; la opción implica dualidad; a través de la opción no hay libertad posible, porque la voluntad sigue siendo generadora de conflicto. ¿Cómo puede, entonces, el pensamiento, ir mucho más allá del patrón de la dualidad? Sólo cuando comprendamos las modalidades del anhelo y de la autosatisfacción, es posible trascender el conflicto interminable de los opuestos. Siempre estamos buscando el placer y evitando el dolor, el constante deseo de ‘llegar a ser’ endurece la mente-corazón, causando rivalidad y sufrimiento. ¿No han advertido cuán despiadado es un hombre en su deseo de ‘llegar a ser’? Llegar a ser alguna cosa en este mundo es lo mismo que llegar a ser alguna cosa en lo que se considera el mundo espiritual; en ambos, el hombre es impulsado por el deseo de devenir, y este anhelo conduce a un conflicto incesante, a una peculiar crueldad y al antagonismo. El renunciar es, entonces, un adquirir, y la adquisición es semilla de conflicto. Este proceso de renunciar y adquirir, de devenir y no devenir, es una cadena inacabable de dolor (15).
Pregunta: después de haberos escuchado ávidamente durante tantos años, nos encontramos exactamente donde estábamos. ¿Es esto todo lo que podemos esperar? Krishnamurti: la dificultad de este problema está en que queremos un resultado que nos convenza de que hemos progresado, que nos hemos transformado. Queremos saber que hemos llegado; y un hombre que ha llegado, un hombre que ha escuchado y obtenido un resultado, evidente no ha escuchado en absoluto (risas). Señores ésta no es una respuesta ingeniosa. El que pregunta dice que ha escuchado durante muchos años. Pero ¿ha escuchado con completa atención, o ha escuchado para llegar a alguna parte y ser consciente de haber arribado? Es como el hombre que practica la humildad. ¿Puede practicarse la humildad? Ciertamente que el ser consciente de que sois humildes, es no ser humilde. Queréis saber que habéis llegado. Eso indica que estáis escuchando para alcanzar un estado determinado, un lugar donde nunca se os molestará, donde encontraréis perpetua felicidad, permanente ventura. Mas, como dije antes, no hay llegada, sólo hay el movimiento de aprender, y esa es la belleza de la vida. Si habéis llegado, no hay nada más. Y todos vosotros habéis llegado, o queréis llegar, no sólo en vuestros negocios, sino en todo lo que hacéis, estáis, pues, insatisfechos, frustrados, desdichados. Señores, no hay ningún lugar al cual haya que llegar; hay simplemente este movimiento del aprender, que sólo se vuelve doloroso cuando hay acumulación [refuerzo del condicionamiento]. Una mente que escuche con completa atención nunca buscará un resultado, porque está abriéndose constantemente; como un río, siempre está en movimiento. Una mente así es enteramente inconsciente de su propia actividad, en el sentido de que no hay perpetuación de un ego, de un ‘yo’ que esté tratando de lograr un fin (19).
Esencialmente, el automejoramiento no es más que mediocridad. Mejorarse a sí mismo mediante la virtud, la identificación con la capacidad, mediante cualquier forma de seguridad positiva o negativa, es un proceso de autoencierro, por amplio que sea. La ambición engendra mediocridad, porque la ambición es la realización del yo por medio de la acción, del grupo, de la idea. El yo es el centro de todo lo conocido, es el pasado moviéndose a través del presente hacia el futuro, y toda actividad en el campo de lo conocido contribuye a la superficialidad de la mente (53).