Casi todos piensan sólo en términos de reforma, pero no en un cambio completo, revolucionario. Insisten, por ejemplo, en el valor de la disciplina. Creen que pueden reformarse sólo mediante un rígido autocontrol. Creen, o bien en una disciplina artificial impuesta externamente tal como la que imponen la sociedad, la religión y las condiciones económicas, o en una disciplina interna conforme a la cual se gobiernan a sí mismos. Un hombre adopta ya sea un patrón externo a modo de faro por el cual guía sus pensamientos, o crea un patrón interno que guíe sus acciones. Ése es el caso con la mayoría de la gente. Yo no creo en la disciplina reformadora. Para mí, la disciplina es meramente destructiva, limita el corazón y la mente (12).
Una mente disciplinada -no tan sólo disciplinada para desarrollar una técnica- es una mente que ha sido educada conforme a cierto patrón particular, y ese patrón es el resultado de una sociedad falsa, de falsas ideas y falsos conceptos. Mientras que, si son capaces de profundizar y ver cuáles son las cosas falsas, entonces la mente ya no será un campo de batalla para ideas contradictorias (13).
Se considera que un sistema que impone una disciplina a la mente de acuerdo con determinada norma, constituye un pensar positivo. Ustedes primero crean o aceptan una imagen intelectual, un ideal, y después modifican el propio pensamiento adaptándolo a eso. Este amoldamiento, esta imitación se confunde con la comprensión, pero en realidad es tan sólo el anhelo de seguridad nacido del miedo (14).
Descubrir un modo de vivir exento del más mínimo control requiere una atención tremenda, una gran disciplina. No hablamos de la disciplina a la que están acostumbrados, la cual es meramente represión, control, amoldamiento, sino de una disciplina que implica aprender (60).
Cuando usted dice ‘disciplina’, esa disciplina se basa en un método conforme a cierto modelo; y el modelo le promete un resultado predeterminado por una mente que ya tiene una creencia que ya ha tomado una posición. Entonces, ¿podrá un método, en el más estrecho o amplio sentido de esa palabra, originar esta mente nueva? Si no lo hace, entonces el método como hábito debe ser abandonado por completo porque es falso (42).
‘Desde la niñez, mi educación ha sido un proceso de conformidad, y la disciplina ha sido en mí casi instintiva desde que me puse por primera vez esta túnica. La mayoría de los libros que he leído, y todos los gurús a los que he acudido, prescriben el control en una u otra forma, y no sabe cómo me consagré a ello. ¿Habré desperdiciado mis años?’ Habrían sido desperdiciados si vuestras prácticas impidieran ahora la comprensión, la receptividad a la verdad, es decir, si estos impedimentos no fueran sabiamente observados y profundamente comprendidos (53).
Con la comprensión del deseo, la disciplina pierde su importancia. La comprensión del deseo es mucho más importante que la disciplina, que no es más que mera conformidad a una norma (67).