Supongamos que deseo algo y que, gracias a mis esfuerzos, termino por poseerlo. Pero esta posesión no me da la satisfacción que había esperado, no me da una felicidad profunda y perdurable. Por lo tanto, cambio mi deseo dirigiéndolo hacia alguna otra cosa y poseo esa cosa. Pero ni siquiera ésta me da una satisfacción permanente. Entonces acudo al afecto, a la amistad; después a las ideas, y finalmente recurro a la búsqueda de la verdad o de Dios. Este proceso gradual de cambio en cuanto a los objetos del deseo es llamado evolución, crecimiento hacia la perfección (12).
Donde existe la voluntad [dirigida por un Yo confuso y siempre variable] del deseo, es inevitable que el esfuerzo sea incorrecto, que siempre genere confusión, limitación y dolor creciente (14).
Donde existe el esfuerzo del deseo, hay opción[quiero esto o lo otro], la cual debe basarse en el prejuicio, en la parcialidad [de la mente confusa] (14).
Pienso que la cuestión del esfuerzo debe ser muy bien comprendida. Eso que hace el esfuerzo, ¿qué es? Y ¿qué entendemos por ‘la voluntad de ser’? Hacemos un esfuerzo para alcanzar un resultado, para llegar a ser mejores, más virtuosos, o menos de alguna otra cosa. Existe esta constante batalla que se desarrolla dentro de nosotros entre los deseos positivos y los negativos, un deseo suplantando a otro, controlando a otro (…) sólo que llamamos a eso el ‘yo superior’ y el ‘yo inferior’. Pero sigue siendo deseo, es obvio. Usted podrá ubicarlo en el nivel que sea y darle un nombre diferente, pero sigue siendo deseo, un anhelo de ser alguna cosa. También está la constante lucha dentro de uno mismo y con otros, con la sociedad (16).
Vemos que ser esclavo de cualquier cosa, del tabaco, de la bebida, de un particular modo de pensar, implica deseo, y que el esfuerzo para romper con la costumbre también implica deseo. Y así, decimos que hay que llegar a un estado en el que no haya deseo (34).