¿Qué es la soledad? Para comprenderla no debéis darle nombre. El hecho mismo de nombrarla, la asociación misma del pensamiento con otros recuerdos de ella, acentúa la soledad. Experimentad con ello y veréis. Cuando hayáis dejado de escapar veréis que, hasta que no os deis cuenta de lo que es la soledad, cualquier cosa que hagáis al respecto es otra forma de evasión. Sólo comprendiendo la soledad podéis ir más allá de ella (50).
Percibir que uno se siente solo y también darse cuenta de que quiere escapar de eso, las dos cosas son instantáneas. El hecho de que me sienta solo y el hecho de que quiera escapar, los puedo percibir inmediatamente. Puedo ver también instantáneamente que cualquier forma de escape es una evasión del hecho de la soledad, que yo tengo que comprender. No puedo deshacerme de ella. Nuestra dificultad es que estamos tan apegados a las cosas en las que nos refugiamos, que ellas son muy importantes para nosotros, se han vuelto extraordinariamente respetables. Creemos que si dejásemos de ser respetables, Dios sabe lo que pasaría. Por consiguiente, nuestro apego a la respetabilidad se convierte en lo importante, y no el hecho de querer comprender la soledad, o cualquier otra cosa, totalmente (34).
La mayoría de nosotros hemos experimentado en uno u otro momento esta sensación de estar completamente solos, encerrados, sin relación con nada ni con nadie. Y al percibir eso, hay miedo; y, cuando hay miedo, existe inmediatamente el impulso, el ansia de eludirlo. Hay que pasar por esta sensación de soledad, y no podéis pasar por ella si tenéis miedo. Esta soledad es efectivamente creada por la mente a través de sus reacciones autoprotectoras y actividades egocéntricas. Si observáis vuestro propio cerebro y vuestra propia vida, veréis cómo os estáis aislando en todo lo que hacéis y pensáis. Todo eso de ‘mi nombre, mi familia, mi posición, mis cualidades, mis capacidades, mi propiedad, mi trabajo’, todo eso os está aislando. Hay, pues, soledad, y no podéis evitarla (34).
Tomad la palabra ‘soledad’. Con esa palabra me refiero a la sensación de aislamiento que repentinamente nos invade sin razón aparente. No sé si esto os habrá pasado alguna vez. Aunque estéis rodeados por vuestra familia, por vuestros vecinos, aunque vayáis andando con amigos o en un autobús lleno de gente, de pronto os sentís aislados por completo. Del recuerdo de esa experiencia surge el miedo al aislamiento, a sentirse solo. O bien os sentís apegado a alguien que muere, y os encontráis solo, aislado. Sintiendo esa sensación de aislamiento, escapáis de ella por medio de la radio, el cine, o recurrís al sexo, a la bebida, o vais a la iglesia, a adorar a Dios (47).
Enterrada en el inconsciente, en los rincones más recónditos y oscuros de la mente, hay una sensación de completa soledad, de aislamiento, la cual es la causa fundamental del miedo. Si la evita, si huye de ella, diciendo que es demasiado aterradora, si no la examina sin darle un nombre, nunca la trascenderá. La mente tiene que encontrarse cara a cara con el hecho de la completa soledad interior, y no permitirse hacer nada respecto a ese hecho. Esa cosa extraordinaria llamada soledad es la esencia misma del ego, del yo, con todos sus embustes, su astucia, sus sustituciones, su telaraña de palabras en la que la mente está atrapada (25).