La emoción es la vida, la sal y la pimienta de nuestra existencia…. La emoción se apodera de todo nuestro ser. A veces nos hace sonrojar, palidecer o temblar, nos excita, nos congela o acelera los latidos de nuestro corazón… ¿Hay que dejarse llevar por la corriente o hay que nadar con la corriente? En cuanto se plantea la pregunta, se elabora también un método.
Si la verdad de una enseñanza no entra en el meollo de nuestra vida, se queda en palabras vacías.
Nadie busca la verdad. Mas cada cual afirma la suya, quiere tener razón, ganar: es una de las características del ego. Y por más ilusoria que sea, sus efectos se hacen sentir duramente. Las pullas pérfidas se vuelven insultos, provocan enfado, incluso resentimiento, a veces golpes o divorcios… ¿Puedo transformar la reacción emocional en acción? Incluso en medio de una discusión inflamada que ya ha tomado un sesgo agresivo, si surgiera un destello de conciencia [atención plena], éste podría detener la reacción. Retengo la pulla acerba que, indignado por haber recibido una estocada en mi parte más sensible (ironía sobre mi defecto más evidente, por ejemplo), iba a lanzarle a quien era mi amigo. Me detengo. Este indicio de vigilancia es susceptible de dar pie a la comprensión: sin duda también lo he herido, sufre como yo, se venga como yo. Pero la energía fruto de la emoción, vibrante tras haber sido despertada, bulle todavía con renovados borbotones ante cada ‘golpe bajo’ del adversario. Entonces, dado que la lucidez sigue estando presente, me apoyo en ella para utilizar dicha energía y, en un giro ultra-rápido, en lugar de convertirla en una explosión de furia contra el otro, la dirijo hacia un nivel más interior, una zona de sosiego cuya superficie en calma encierra una fuerza de la que acaba de surgir este géiser de energía.
Imposible separar la terapia de las mociones de una enseñanza más vasta que es camino de verdad. Camino arduo sin duda, a veces escarpado, tan abrupto como la propia verdad, paradójicamente cualificado por Swâmi Prajnânpad [1891-1974, maestro hindú] de ‘simple y fácil, pero también duro, difícil y cruel’. Cruel, puesto que exige abandonar las propias ilusiones, mentiras, esperas exageradas, todas aquellas cosas que nos separan de lo real. Simple: nada hay que añadir a lo que es. Está en nosotros esta verdad, nítida, inmediata, desprovista de pasado, haciendo inútil la idea de porvenir, lista para surgir fuera del desfile de los pensamientos, huidiza en cuanto la agarramos, incomprensible cuando a ella nos oponemos.
Por más eficaz y penetrante que sea, el intelecto sigue siendo ‘una máquina destinada ver las cosas y servirse de ellas’.
Si el hombre lograra reemplazar el juicio por la comprensión, los prejuicios y las creencias por la percepción pura… y el pensamiento por la visión justa, ¡cuánto podríamos esperar de él!
Notas tomadas de Breve tratado de la emoción. Denise Desjardins.
Selección: Elías Real Otsoa. 31/03/2016