Cuando hay búsqueda de seguridad, económica, social o mentalmente, hay búsqueda de poder, porque usted obtiene bienestar de esa seguridad y del dominio que ejerce no sólo sobre sí mismo, sino también sobre otros (12).
Donde hay inteligencia no puede existir la persecución del poder (13).
En la persecución del poder hay sufrimiento y, a través del sufrimiento, tiene lugar el despertar de la inteligencia que revela la total futilidad del poder (13).
Aquél que busca poder y posición es directamente responsable de la confusión y la guerra (15).
Nadie se satisface con el alimento, la ropa y la vivienda; todos quieren algo más; puesto en palabras diferentes, el ‘más’ es poder (16).
Mientras la sociedad siga siendo para ustedes un instrumento de autoexpansión, tiene que haber anhelo de poder (16).
El poder es la nueva religión, con sus ideologías nacionales y políticas; y esta nueva religión, el culto del Estado, tiene sus propios dogmas, sus sacerdotes y sus inquisiciones (16).
Un hombre que es feliz, que ama, que no desea posesiones, no es seducido por el éxito, por el poder, por la posición ni por la autoridad (50).
La mayoría de nosotros busca poder. En lo social, político, económico, religioso, estamos buscando poder; el poder que da el conocimiento, el poder que da la técnica; el poder extraordinario que uno siente cuando tiene dominio completo sobre su cuerpo; el poder que da el ascetismo. Todo esto, por cierto, es un proceso imitativo; es ajustarse a una norma (34).
A: ¿diría usted que uno busca poder a fin de asegurarse un placer que aún no ha sido satisfecho?
Krishnamurti: sí, sí (58).
El deseo de poder parece ser un instinto que se expresa de muchos modos. Está en el gurú, en el sacerdote, en la esposa o el marido, o en un muchacho con respecto a otro. Este deseo de dominar o de someter es una de las condiciones del hombre, probablemente heredada del animal (52).
Cuando el hombre en sí carece por completo de visión interior, el poder y la posición externos cobran enorme importancia, y entonces el individuo está cada vez más sujeto a la autoridad (25).
El poder, en el sentido de ascendiente, dominación, influencia forzada sobre otro, es malo siempre; no hay poder ‘bueno’ (67).
El poder se deriva del ascetismo, de la acción, de la posición, la virtud, la dominación, etc. Todas esas formas de poder son malignas. Ese poder corrompe y pervierte (48).
Aun en la muerte queremos ser importantes, no hay fin para nuestra presunción y vanidad. Todos quieren ser alguien o estar relacionados con alguno que sea ‘alguien’. Desean el poder y el éxito, grande o pequeño, y quieren ser reconocidos. Sin el reconocimiento, carecen de significación. Desean ser reconocidos por los muchos o por aquel que domina. El poder es siempre respetado y, por lo tanto, se le convierte en respetable. El poder es siempre maligno, ya sea manejado por el político, por el santo, o por la esposa sobre el marido. Por muy maligno que sea, todos lo anhelan con vehemencia, y aquellos que lo poseen desean tener más (48).