El ascetismo carece de valor intrínseco. Cuando usted lo practica, está escapando meramente de la posesión hacia su opuesto, que es el ascetismo. Es como el hombre que busca el desapego porque experimenta dolor en el apego. ‘Debo desapegarme’, dice. De igual modo, usted dice: ‘me convertiré en un asceta’, porque la posesión ocasiona sufrimiento. Lo que usted hace, en realidad, es ir meramente de la posesión a la no posesión, la cual es otra forma de posesión. Pero en ese movimiento también hay conflicto, porque usted no comprende el significado de la posesión. O sea, que recurre a la posesión en procura de bienestar. Piensa que la seguridad, la felicidad, el halago de la opinión pública radican en poseer muchas cosas, ya sea ideas, virtudes, tierras o títulos. Debido a que pensamos que la felicidad y la seguridad y el poder están en la posesión, acumulamos, nos esforzamos en poseer, luchamos y competimos con otros, nos ahogamos y explotamos el uno al otro. Eso es lo que pasa en todo el mundo, y una mente lista dice: ‘convirtámonos en ascetas, no poseamos, volvámonos esclavos del ascetismo; hagamos leyes que obliguen al hombre a no poseer’. En otras palabras, uno no hace más que cambiar una prisión por otra, sólo que llamando a la nueva con un nombre diferente. Pero si uno comprende de verdad el valor transitorio de la posesión, ni se convierte en asceta ni es una persona agobiada por el deseo de la posesión; entonces es verdaderamente un ser humano (12).