La filantropía social devuelve a la víctima un poquito de lo que el filántropo le ha quitado despiadadamente. Ustedes primero le explotan, le hacen trabajar innumerables horas y todo lo demás, amasan grandes riquezas mediante la astucia y el engaño, y después se vuelven magnánimamente y le dan un poco a la pobre víctima. (Risas). No sé por qué se están riendo, ya que ustedes hacen la misma cosa, sólo que de una manera diferente. Pueden no ser astutos, hábiles y lo bastante despiadados como para amasar riquezas y volverse filántropos; pero espiritualmente, idealmente amasan lo que llaman conocimiento, a fin de protegerse a sí mismos. La caridad es inconsciente de sí misma; no hay acumulación primero y después distribución. Es como la flor: natural, abierta y espontánea (13).
Explotamos, amasamos fortunas y después nos volvemos filántropos. Quizás algunos de ustedes no tienen la despiadada habilidad para amasar riquezas, pero hacen lo mismo de otro modo, al perseguir la virtud. ¿Qué hay, pues, detrás de esta falsa caridad del filántropo y de esta falsa avidez por acumular virtud? El filántropo, a causa del temor, a causa de muchas reacciones defensivas, quiere reintegrar un poco a la víctima que él ha explotado. Y ustedes le honran, dicen lo maravilloso que es. Eso no es caridad. Es tan sólo egoísmo. ¿Y por qué persiguen ustedes la virtud y tratan de acumularla? Es una protección defensiva, una salvaguarda contra el sufrimiento. Si examinan su virtud, verán que se basa en la idea egoísta de prevenir el sufrimiento. Esta autoprotección no es virtud. Conociendo lo que son y no escapando de ello mediante la así llamada virtud, descubrirán la belleza, la riqueza de la vida. El filántropo, a causa de su deseo de seguridad, se atrinchera en el poder que otorgan las posesiones; y el hombre que persigue la virtud erige a su alrededor muros de protección contra el movimiento de la vida. El hombre virtuoso y el filántropo son iguales. Ambos temen la vida. No están enamorados de la vida (13).
Si entendemos la filantropía como el amor al hombre y el esfuerzo para promover su felicidad, entonces tendrá valor sólo en cuanto consideremos al hombre como un individuo único y le ayudemos a comprender que en sus propias manos están su felicidad y el bienestar de todos. Pero me temo que esto no sería considerado como filantropía, porque la mayoría de nosotros no se da cuenta que somos únicos, de que el proceso de crear ignorancia y dolor está en nuestras propias manos y que sólo mediante la comprensión de nosotros mismos podremos liberarnos de ambos. Si esto se comprende plena y profundamente, entonces la filantropía tendrá sentido. La caridad no se vuelve una mera compensación y va acompañada de todas la sutiles y groseras explotaciones a la que tanto se ha acostumbrado el hombre (14).
Estar libre de la adulación y del sentido de la ofensa, sin la dureza de la indiferencia, conduce a la misericordia, a la caridad (46).