Cuando uno descarta toda autoridad -y debe hacerlo, porque la autoridad implica temor- cuando uno descarta al gurú, al maestro, al agente externo, se queda sólo consigo mismo (14).
Queremos que otro cartografíe para nosotros el mar del conocimiento propio; deseamos estar seguros, encontrar un refugio que nos proteja, y así seguimos a cualquiera que nos dirija (15).
Usted es el creador de la desdicha, tal como es el creador de la ignorancia y la autoridad; usted da nacimiento al líder y le sigue; su propio anhelo moldea el patrón de su vida religiosa y mundana; por lo tanto, es esencial que se comprenda a sí mismo y trasforme su estilo de vida (15).
Seguir a la autoridad pone fin al pensar y al conocimiento propio (15).
Tienen que darse cuenta de sus propios pensamientos y sentimientos, lo cual constituye el conocimiento propio que ningún líder puede darles. El líder adquiere importancia para ustedes sólo cuando les ayuda a escapar de sí mismos (15).
Queremos ser respetables; el temor a la opinión pública y a tantas cosas, nos retiene dentro del molde. Y, al estar atemorizados, al no depender de nuestra propia comprensión, la mayoría deposita su confianza en otro: el sacerdote, el psicólogo, el líder, el político (16).
Las autoridades no os ayudan a comprenderos, y sin comprenderos a vosotros mismos no puede haber liberación del conflicto, aunque vayáis al templo, meditéis u os pongáis cabeza abajo por el resto de vuestra vida. Sois la sociedad, sois el mundo, sois el resultado del proceso histórico de siglos, y sois también el resultado de vuestro ambiente inmediato; y sin comprender y abriros camino a través de todo eso, destruyéndolo por completo, no podréis ir muy lejos. Para ir muy lejos tenéis que empezar muy cerca, lo cual es comprenderos a vosotros mismos (47).
Para estudiar toda la estructura psicológica de la autoridad, dentro de nosotros mismos, debe haber libertad. Y cuando la estamos estudiando, estamos negando toda la estructura y cuando de hecho la negamos, esta misma negación es la luz de la mente que está libre de toda autoridad. Negar todas las cosas que se han considerado valiosas, tal como la disciplina externa, el liderazgo, el idealismo, es estudiarlas. Entonces este mismo acto de estudiar es no sólo disciplina, sino también su negación, y tal negación es un acto positivo (44).
Cuando nos comprendemos a nosotros mismos, la autoridad de cualquier especialista, psicológico, sociológico o de otra clase, llega a su fin (51).
No existe el ‘buen’ líder; todos los líderes son ‘malos’. Lo que tenemos que hacer es disipar nuestra propia confusión. Y la confusión sólo se elimina cuanto nosotros mismos nos comprendemos. Con el comienzo del conocimiento propio viene la claridad. Sin conocimiento propio no se ve uno libre de confusión (55).
La autoridad impide la comprensión de uno mismo. Al abrigo de una autoridad, de una guía, podemos tener transitoriamente una sensación de seguridad, de bienestar, pero eso no es comprender el problema total de nosotros mismos (42).