Puedo mostrarle que en el anhelo hay perpetua vacuidad e insignificancia completa. Pero usted deriva satisfacción de la sensación, del placer, de las fugaces alegrías que llenan sus anhelos, sus deseos. Entonces, cuando le muestro la falsedad del anhelo, usted no sabe cómo actuar. Por consiguiente, como una concesión, comienza a disciplinarse y este intento de disciplina destruye su vivir creativo. Cuando realmente percibe el absurdo, la vacuidad del anhelo, ese anhelo se desprende de usted sin que haga ningún esfuerzo (12).
Uno anhela cosas, ideas, personas, sólo cuando es consciente de su propia vacuidad, y ese anhelo crea una opción. Cuando existe el anhelo, tiene que haber opción, y la opción le precipita a uno en el conflicto de las experiencias (12).
Usted debe darse cuenta en el momento de la acción, pues ésta revelará las ocultas actividades del anhelo. Pero esta percepción no resulta del análisis [sino de la observación, sin elección]. El análisis sólo limita la acción (12).
El anhelo sin comprensión crea conflicto y, para escapar de este sufrimiento, hay una búsqueda de la verdad, de la felicidad, de la liberación (12).
Cuando estén plenamente conscientes de que el anhelo les ciega, verán su pleno significado, y esta percepción disipa el anhelo. Entonces estarán libres del anhelo, libres de la acumulación interna (12).
Cuando hay un anhelo, la mente ya está empañada, falseada, porque se identifica con lo uno y rechaza lo otro; donde hay anhelo, no hay comprensión (13).
Donde hay anhelo no puede haber un discernimiento profundo. Como casi todos son esclavos del anhelo, están en el constante conflicto de lo esencial y lo no esencial. De la mera posesión de cosas, que ya no les causan satisfacción, se trasladan a la posesión mental y emocional de virtudes, de la verdad, de Dios. Desde las cosas, que una vez fueron esenciales, han ‘avanzado’ hacia la abstracción. Esta abstracción se vuelve lo esencial (13).
El anhelo es muy diferente de la búsqueda. El anhelo indica que hay un vacío, un tratar de llegar a ser algo, mientras que la verdadera búsqueda resulta en una comprensión profunda. Antes de que podamos comprender qué es la verdad, la realidad, o saber si existe tal cosa, debemos discernir qué es aquello que en nosotros está buscando constantemente. ¿Qué es eso que siempre se halla en el movimiento del anhelo, eso que siempre ansía y busca lograr cosas? Hasta tanto no comprendamos esto, el anhelo es un proceso interminable que impide el verdadero discernimiento; es un esfuerzo constante sin comprensión, un seguimiento ciego, un temor incesante con sus múltiples ilusiones (14).
Al comprender el anhelo, surge una limitación natural de las cosas, no una limitación predeterminada producida por el ejercicio de la voluntad. Es el anhelo de posesión el que da a las cosas sus valores desproporcionados. Esos valores se basan en los requerimientos psicológicos. Si uno es psicológicamente pobre, busca satisfacción en las cosas; por lo tanto, la propiedad, el nombre, la familia, se vuelven perentorios e importantes y dan por resultado el caos social. En tanto uno no haya resuelto este conflicto de la codicia, la mera limitación de las cosas no podrá producir ni orden social ni ese sosiego que implica la libertad respecto del anhelo (14).
Hay una forma distinta de abordar el problema del anhelo y la necesidad, en vez de la habitual que consiste en el control, el rechazo y la opción; esa forma es comprender el proceso de la codicia, tornarnos conscientes del anhelo (14).
El anhelo siempre engendra ignorancia, a la que sigue el dolor (14).
Debemos volvernos conscientes del proceso del anhelo y de sus expresiones externas; al discernir todo esto, hay una moderación natural no impuesta por el temor (14).
El anhelo puede ser disuelto sólo si nos tornamos conscientes de sus múltiples modalidades y expresiones. Se lo trasciende mediante una tolerante observación y comprensión. En la llama de la comprensión, el anhelo se consume (14).
Hasta que no comprendamos los problemas que involucra el anhelo, no podrán ser disueltos el conflicto y el dolor de nuestra vida cotidiana. El anhelo adopta tres formas principales: sensualidad, espíritu mundano e inmortalidad personal -la gratificación de los sentidos, el deseo de prosperidad, de fama y poder personal. Al analizar el anhelo de gratificación de los sentidos, nos damos cuenta de su insaciabilidad, de sus tormentos, de sus exigencias siempre crecientes; y al final están la desdicha y el conflicto. Cuando examinamos el espíritu mundano, éste también revela incesante lucha, confusión y sufrimiento. El anhelo de inmortalidad personal nace de la ilusión, porque el ‘yo’ es un resultado; y algo que está compuesto de fragmentos, que es un producto, jamás puede comprender aquello que es sin causa, aquello que es inmortal. El anhelo de sensualidad indica pobreza interna; el deseo de acumular crea un mundo brutal, competitivo; los valores sensuales y el anhelo de inmortalidad personal o de poder personal da origen, por fuerza, a la autoridad, al ‘misterio’ al ‘milagro’ y todo eso impide el descubrimiento de lo real. La violencia y las guerras son el resultado de los deseos mundanos, y podrá haber paz sólo cuando el anhelo, en todas sus diferentes formas, sea comprendido y transcendido (14).
El anhelo engendra temor, el temor alimenta la dependencia: dependencia respecto de las cosas, de las personas o de las ideas (14).
El anhelo es siempre acumulativo y nos ata al tiempo (15).
El anhelo de poseer surge a través de la percepción, el contacto, la sensación; el deseo busca satisfacerse y, entonces, hay identificación, están el ‘yo’ y ‘lo mío’. Habiéndose saciado de las cosas, el deseo persigue otras formas de gratificación, formas más sutiles de satisfacción en las relaciones, en el conocimiento, en la virtud, en la realización de Dios. El anhelo es la raíz causal de todo conflicto y dolor. Todas las formas del devenir, del llegar a ser, positivas o negativas, causan oposición, resistencia (15).
El anhelo personal debe crear siempre apego, afán posesivo, de lo cual surgen los celos, la envidia y esos conflictos con los que todos estamos muy familiarizados (14).
La libertad respecto del anhelo es virtud. La mente debe liberarse del anhelo, causa de ignorancia y dolor. Para que la mente sea virtuosa y esté libre del anhelo, es esencial que haya completa franqueza, honradez, y éstas surgen con la humildad. Una integridad semejante no es una virtud ni una finalidad en sí misma, sino el producto secundario de la liberación del pensamiento respecto del anhelo, el cual se expresa principalmente en la sensualidad, en la prosperidad o mundanalidad, en la persecución de inmortalidad o fama personal. El pensamiento, al liberarse del anhelo, comprenderá la naturaleza del miedo y, de ese modo, lo superará, dando lugar al amor, que en sí mismo es eterno (14).
Con la terminación del anhelo, que es la causa del conflicto, adviene el silencio creativo (15).
En tanto la voluntad -que es la expresión del deseo- y la capacidad de evaluación -que es el resultado del anhelo- no sean clara y totalmente comprendidas y no se perciba su sutileza e importancia, habrá conflicto y desdicha (15).
No hay una entidad separada del anhelo; sólo hay anhelo, no ‘uno’ que anhela. El anhelo adopta diferentes máscaras en diferentes ocasiones, dependiendo de sus intereses. El recuerdo de estos intereses variables se encuentra con lo nuevo y eso genera conflicto; así nace ‘el que opta’; quien se establece a sí mismo como una entidad separada y distinta del anhelo [el yo]. Pero la entidad no es diferente de sus cualidades. La entidad que trata de llenar su vacuidad, su insuficiencia, su soledad, o que intenta escapar de ellas, no es diferente de aquello que ella está eludiendo; es eso. No puede escapar de sí misma; todo lo que puede hacer es comprenderse a sí misma. Ella es su soledad, su vacuidad; y en tanto las considere como algo separado de sí misma, vivirá en la ilusión y en un conflicto interminable (42).
La vida existe en el kshana, el ‘instante’. En ese instante se apoya toda la tradición del hombre, su pasado, su cultura. Por eso tan sólo ese instante tiene realidad. Pero el hombre siente que lleva la carga del pasado y con éste guía su vida y da significado a la realidad. Los budistas expresan esto con una palabra: anhelo. ‘Anhelo’ es una palabra con mucha carga en el contexto budista y tiene un significado especial. Todo anhelo se apoya en la individualidad. Todas nuestras decisiones, nuestra cultura, tradición, etc., se sustentan en el anhelo. El hombre no comprende que en el acto de arrojar de sí toda la carga del pasado, está la realidad, el instante de percepción. Jagannath Upadhyaya (17).