El hombre que trata de vivir y comprender por completo cada experiencia, no necesita principios ni normas, porque son las creencias que nos condicionan las que exigen que nos amoldemos (12).
Ustedes consideran las posesiones, ya sean éstas la esposa de uno, los hijos o la propiedad, como algo perfectamente moral. Supongamos ahora que surge otra sociedad donde las posesiones son un mal, donde esta idea de poseer está éticamente prohibida, lo cual se introduce a la fuerza dentro de nuestra mentalidad, tal como ahora el deseo de poseer es impulsado dentro de nosotros por las circunstancias, la condición social, la educación, la opinión pública. Entonces la moralidad pierde toda significación, es meramente una cuestión de conveniencia. No es la correcta percepción de las cosas, sino el hábil amoldamiento a las circunstancias; eso es lo que llamamos moralidad (13).
Se moldean a sí mismos conforme a un patrón que les asegure contra el sufrimiento. A este patrón, a ese molde le llaman moralidad, profesión de fe, creencia (13).
Si uno está amoldándose meramente a una moralidad basada en la seguridad individual, entonces no puede haber inteligencia ni verdadera felicidad humana (13).
La educación ha terminado por volverse meramente amoldamiento a un sistema determinado; en vez de despertar la inteligencia del individuo, se le obliga a amoldarse y así se impide su verdadera moralidad y realización (13).