Alejandro-Dumas-padre

Dada la exigua pensión de que disponía su madre, Dumas recibió una escasa educación escolar. Con unos estudios deficientes empezó a trabajar como mensajero, vendedor de tabaco y como pasante de un notario. Dumas tenía un carácter indómito y soñador, dedicaba su tiempo a la caza y al cortejo de las muchachas de su edad (1). En 1822 realizó su primer viaje a París, financiado con el producto de la caza. Quedó fascinado por la ciudad y el teatro. Por ello, unos meses después decidió volver con algunas cartas de recomendación para los antiguos amigos de su padre, afectos casi todos ellos a los Borbones (2). En 1823 se instala en París y entra al servicio del Duque de Orléans como escribiente, gracias a su perfecta caligrafía y a la recomendación del General Foy. Continúa escribiendo y completando su formación de manera autodidacta. En 1825 se estrena su primer vaudeville, La caza y el amor y en 1826 publica su primera novela en prosa, Blanca de Beaulieu.

Con la representación, por la Comédie française en 1830, de Enrique III y su corte, consigue gran notoriedad y, en 1831, con Antony alcanza su primer éxito. Éxito que continuará a lo largo de su carrera literaria con el género de su predilección: el drama y la novela histórica. Se dice que fue el introductor del Romanticismo en el teatro francés, mostrando personajes orgullosos de sus propias pasiones.

SELECCIÓN DE FRASES:

‘La gloria es un juguete que sólo satisface a los que persiguen ilusiones’.

‘Cuando se perdona se perdona todo y más lo imperdonable’.

‘El buen tiempo es una anomalía entre estados lúgubres, fríos, lluviosos…’.

‘Sois demasiado alegre y despreocupado para comprender lo que es la desesperación’.

‘Quien entra a mi servicio debe ser tratado como yo me trato’.

‘No es la fortuna la que me concede derechos sino mi infortunio’.

‘Cuando Lázaro salió de su tumba nadie le hizo preguntas.  Hay que respetar el silencio de los muertos’.

‘La mayor imprudencia señor mío es discutir mis órdenes’.

‘Soy un mago. Tú dormías y yo te desperté’.

‘Un hombre siempre necesita un buen amigo’.

-Podéis permitiros todo lo que podrías soñar.

-Yo sueño poco. Mis noches son muy tristes.

‘El perdón aguanta menos que la venganza’.

‘Porque he engendrado en vuestro corazón un sentimiento que antes no abrigaba: la venganza’.

‘Siempre habrá labios que digan una cosa mientras el corazón piensa otra’.

‘La pólvora no explota sin estar comprimida; la cautividad ha reunido en un solo punto mis facultades y han entrado en contacto en un espacio reducido, y como no ignoráis, del choque de las nubes resulta la electricidad, de la electricidad el rayo, y del rayo la luz’.

‘(…) para las notas particulares, y que deseo llamen la atención, me punzo los dedos y escribo con mi sangre’.

-‘A cambio de tu ayuda, te ofrezco algo invaluable.

-¿Mi libertad?

-Nos pueden quitar la libertad, como tú ya sabes. Te ofrezco el conocimiento. Todo lo que he aprendido’.

‘¡Me he substituido a la Providencia para recompensar a los buenos … Que el Dios vengador me ceda ahora su puesto para castigar a los malvados!’.

‘Lo más curioso que hay en la vida es el espectáculo de la muerte’.

‘… Los malos no mueren así, porque Dios parece protegerlos para hacerlos instrumentos de sus venganzas’.

‘(…) yo no me ocupo jamás de mi prójimo, no procuro proteger nunca a la sociedad que no me protege, y diré aún más, que no se ocupa generalmente de mí sino para perjudicarme, y retirándole mi estimación, y guardando la neutralidad frente de ella, es todavía la sociedad y mi prójimo quienes me deben agradecimiento’.

‘El primer sentimiento fue el de la repugnancia, el segundo fue el de la indiferencia, y el tercero la curiosidad’.

‘Mi reino es grande como el mundo, porque no soy italiano, ni francés, ni indio, ni americano, ni español; soy cosmopolita’.

‘No es el árbol quien abandona a la flor; sino la flor la que abandona al árbol’.

‘Vivid, pues, y sed dichosos, hijos queridos de mi corazón, y no olvidéis nunca que hasta el día en que Dios se digne descifrar el porvenir al hombre, toda la sabiduría humana estará resumida en dos palabras: ¡Confiar y esperar!’.