Perdonar es la experiencia de paz y comprensión que se siente en el presente. Se perdona al confrontar las reglas rígidas que uno(a) ha trazado para el comportamiento de los demás, y al enfocar la atención en las cosas buenas de la vida, no en las malas.
Perdonar no significa olvidar o negar las cosas dolorosas ocurridas.
Perdonar es la poderosa afirmación de que las cosas malas no arruinarán nuestro presente, aun cuando hayan arruinado nuestro pasado.
Hay tres componentes principales que motivan la creación de largos y dolorosos resentimientos:
- Tomar la ofensa exageradamente personal.
- Culpar al ofensor por nuestros sentimientos.
- Crear una historia de rencor.
Creemos que perdonar a nuestros “enemigos” es un acto de generosidad. Más bien es lo contrario. Perdonar es una actitud egoísta, es absolutamente decisiva para nuestra salud física y mental. Robin S. Sharma señala acertadamente que no es inteligente cargar toda la vida con un enemigo a tu espalda. El estatus de “enemigo” le dará muchas oportunidades a tu mente. Aparecerá en momentos inoportunos, en tu hogar, en tu familia, en tu trabajo, en tus sueños. Fomentará multitud de pensamientos negativos que se recrearán en tu mente: venganza, envidia, rencor…
Imaginemos las personas que nos han hecho las cosas peores. ¿Nos hemos parado a pensar un momento las razones que inducen a proceder así? Quizás nosotros en su piel hubiéramos procedido de igual o peor forma. A veces ignoramos que detrás de cada persona se esconde una infancia difícil, unas circunstancias personales complicadas… Si tenemos la suerte de que la vida nos ha premiado con equilibrio, honradez y muchas otras virtudes, esto es una suerte. ¡Sintámonos felices y agradecidos!
Aprende a perdonar la mezquindad, la envidia, la ira, el engaño, la mentira, la cobardía, la hipocresía, la venganza, el odio, el rencor, el olvido, la desconfianza, la avaricia, la soberbia, el desprecio, el desdeño, la humillación, las críticas… En realidad son carencias, manifestaciones de una persona que nos duelen, pero que quizás deberíamos compadecer, más que reprochar. Acordaros del aquel refrán español sobre el mezquino “Quien no da lo que vale, no toma lo que desea“. Demasiada cruz tienen los mezquinos que no pueden esperar la generosidad de nadie…Y así podríamos aplicar mil refranes a otros tantos…
Si no puedes perdonar a una persona, el problema está en ti. Serás tú el que pagará el coste. Si tienes un pensamiento negativo sobre un enemigo piensa en lo que ocurre: ¿enfado, malhumor, frustración, ira, venganza, recreo mental de las situaciones que desencadenaron la enemistad? A veces esto dura durante años y el sujeto es un familiar, un íntimo amigo. Si grave fue la ofensa, el daño, peor será el protagonismo negativo que tu le darás en tu mundo afectivo, en tus pensamientos durante toda tu vida.
Piensa que lo que más desconcertará a tu enemigo es tu perdón. Si algunas veces nos han perdonado sin merecerlo, nuestro “enemigo” se ha puesto inmediatamente por encima de nosotros. Incluso, probablemente nos ha hecho sentir culpable y hemos pensado en él como una persona que se ha situado por encima de pensamientos mezquinos y cuya actitud lo lleva ante nuestro ojos a una altura de miras que nos desconcierta.
Practica el perdón. Hay que empezar a trabajarlo poco a poco. Piensa en el problema. Practica la empatía. La empatía es el esfuerzo que realizamos para reconocer y comprender los sentimientos y actitudes de las personas, así como las circunstancias que los afectan en un momento determinado. Es ver con los ojos de la otra persona el problema. Este será un gran paso en el arte de perdonar.
El Perdón nos libera de toda carga emocional, interior y mental. Nos abre los canales energéticos hacia la serenidad y el equilibrio. La aceptación, comprensión y asimilación de la causa, nos debe llevar hacia el perdón de pensamientos y actos negativos. Concédete el beneficio del Perdón, principalmente hacia ti mismo, para poder perdonar a los demás.
LAS CINCO OFENSAS DIFÍCILES DE PERDONAR:
1. La infidelidad reiterada: algunas mujeres, y muy pocos hombres, son capaces de perdonar una infidelidad. Casi nadie lo hace cuando ésta se repite varias veces.
2. La violencia física: también en este caso hay personas dispuestas al perdón y al olvido. Pero, cuando la agresión y el perdón se vuelven repetitivos, se trata de una relación enfermiza y ambos cónyuges requieren tratamiento psicológico. La persona común (considerada “normal”) no perdona la agresión física del cónyuge.
3. La negativa a corregir adicciones: una persona puede perdonar, a su pareja, el alcoholismo, la drogadicción y la deshonestidad… pero lo que es imperdonable es que el adicto niegue que el problema existe y, por lo tanto, no busque solución para él. La pasión ciega por el trabajo es otra adicción enfermiza que muchas parejas no perdonan.
4. El deseo continuo de lastimar: puede ser consciente o inconsciente, pero si una persona insiste en infligir heridas emocionales constantes a su pareja, aún después de que ésta se lo ha hecho notar, se vuelve como el adicto que se niega a reconocer su problema y a solucionarlo.
5. El daño físico o emocional a los hijos: la mujer, todavía en mayor grado que el hombre, considera imperdonable que su pareja cause daño a sus hijos, tanto si son de él como si son producto de un matrimonio anterior. Sólo las personas emocional o psíquicamente enfermas lo permiten y lo perdonan.