La capacidad se halla paralizada por sus propios temores, sus propias supersticiones y creencias (14).
La capacidad, el don, es evidentemente perjudicial porque fortalece el egocentrismo. Es algo fragmentario y, por lo tanto, engendra conflicto. La capacidad sólo tiene importancia en la percepción total de la vida… La capacidad engendra orgullo, envidia, y su realización se vuelve sumamente importante. Así es como produce confusión, enemistad y dolor. Sólo tiene sentido en la percepción integral de la vida (32).
Tiene que surgir a la existencia un nuevo ser humano a fin de resolver el inmenso problema del vivir, y nadie va a crear ese ser humano, nadie excepto nosotros. Hay que ver la urgencia del problema. Cuando uno ve la urgencia de algo que hay que hacer inmediatamente, surgen todas nuestras capacidades, toda nuestra energía, toda la eficiencia. Uno no tiene que cultivarlas, están ahí cuando sentimos la urgencia de algo y entonces actuamos (76).
¿Acaso la pregunta, ‘tengo yo la capacidad’, no surge de nuestra consciente o inconsciente comparación de lo que uno es con lo que se supone es el modelo? (46).
Tenemos capacidades infinitas en todos los sentidos para descubrir lo innominado o para producir el infierno en la tierra. Pero por alguna razón, el hombre prefiere engendrar odio y antagonismo. ¡Es tan fácil odiar, ser envidioso! (10).