La verdadera simpatía, el verdadero afecto están en el hecho de comprender lo real con su sufrimiento, su afán adquisitivo, sus crueldades, y en eliminar todo eso. Esta percepción alerta no implica ocuparse de los propios pensamientos y sentimientos, sino que es discernimiento constante y sin opciones, de lo verdadero (14).
El pensamiento no puede crear amor, afecto y la cualidad de la belleza (52).
Cuando uno es de verdad profundamente afectivo, está aprendiendo (52).
El afecto implica solicitud, un diligente cuidado en todo lo que hace. Cuidado al hablar, atención cuidadosa en el vestir, en la manera de comer, de ocuparse de su cuerpo. Solicitud en su comportamiento sin las distinciones de lo superior y lo inferior. Solicitud en el modo como considera usted a la gente. Estamos tan ocupados con nuestras carreras, con nuestros propios placeres, con nuestra propia importancia, que desatendemos la inmensa belleza del afecto (52).
El sentimiento de interés por algo, es el origen del afecto. Cuanto más se interesan ustedes en las cosas, tanto más sensibles se vuelven. De modo que ha de haber afecto, un sentimiento de ternura, de benevolencia, de generosidad. Si existe un afecto semejante, entonces la conducta es dictada por ese afecto y no depende del ambiente, de las circunstancias o de las personas. Y dar con ese afecto es una de las cosas más difíciles que hay. Ser realmente afectivos tanto si los demás son o no son buenos con ustedes, si les hablan con rudeza o si se irritan. Cuando la buena conducta, la cortesía, la consideración, son superficiales y sin afecto, no tienen sentido. Pero si hay afecto, benevolencia, consideración, entonces de ahí surgen las buenas maneras, la cortesía, la consideración por los otros, lo cual significa que uno realmente piensa menos y menos en sí mismo, pero ésta es una de las cosas más difíciles en la vida. Cuando uno no está interesado en su propia persona, entonces es un ser humano verdaderamente libre. Entonces puede mirar los cielos, las montañas, las colinas, los ríos, los pájaros, las flores, con una mente fresca, con un gran sentimiento de afecto (33).
Podemos ser sentimentales, penetrar en alguna clase de vacuidad extática con respecto a la música, a la pintura; podemos decir ‘amo a la Naturaleza’, y al minuto siguiente golpearle la cabeza a alguien porque nos estorba. Por lo tanto, el sentimiento es una cosa y el afecto es otra. Si yo le tengo afecto, discutiré las cosas con usted. Diré: ‘no se irrite, quédese tranquilo, tome asiento y hable conmigo, le he entendido mal. Quiero discutirlo con usted porque le tengo afecto’. No se trata de algo sentimental, yo tengo afecto por usted. Estamos tratando de establecer la diferencia entre el afecto y el sentimentalismo. Vemos lo que el sentimentalismo implica. La mayoría de nosotros nos tornamos sentimentales cuando somos jóvenes, pero a medida que envejecemos nos ponemos muchas máscaras innecesarias y decimos: ‘debo sentir la belleza de ese árbol’. O bien, ‘ese poema tiene que gustarme porque lo escribió Keats o Shelley’. El afecto es algo por completo diferente. El sentimentalismo es afectación, hipocresía. El afecto significa ‘moverse hacia’ -el árbol, el pájaro, el lago o un ser humano- extender su brazo, tener un gesto, sonreír; todo eso es afecto. El afecto no puede ser cultivado. Para decir ‘yo te amo’, ese sentimiento debe venir naturalmente, no ser forzado o estimulado. Uno no puede decir: ‘es necesario, por lo tanto, yo debo amarte’. ¿Cómo experimenta usted afecto? ¿Puede dejar que el tiempo se encargue de ello? Descúbralo. Tal vez deba llegar a eso indirectamente. Usted puede cultivar crisantemos u otras cosas, pero no puede cultivar el afecto, no hay ardid, inconsciente o deliberado, que sea capaz de producirlo (45).