Para la mayoría de nosotros, el significado de la vida como una totalidad no es de primordial importancia, y nuestra educación acentúa los valores secundarios, tornándonos peritos en alguna rama del conocimiento. Si bien el conocimiento y la eficiencia son necesarios, el hacer hincapié fundamental en ellos sólo da por resultado conflicto y confusión. Para dar origen a la verdadera educación, es obvio que debemos comprender el significado de la vida como una totalidad, y para eso tenemos que ser capaces de pensar, no consecuentemente, sino de manera directa y veraz. Un pensador consecuente, es una persona irreflexiva, porque se ajusta a un modelo; repite frases y piensa conforme a una rutina. No podemos comprender la existencia de modo abstracto o teórico. Comprender la vida es comprendernos a nosotros mismos, y eso es tanto el principio como el fin de la educación. La educación no consiste tan sólo en adquirir conocimientos, en reunir datos y correlacionarlos; es ver el significado de la vida como una totalidad. Pero lo total no puede ser abordado a través de la parte, que es lo que intentan hacer los gobiernos, las religiones organizadas y los partidos políticos autoritarios (23).