Hemos tratado de adiestrar el corazón y la mente para seguir una tradición, un estado de vida, pero mediante semejante adiestramiento no hemos comprendido, sólo hemos creado opuestos (12).
Mediante el adiestramiento, la disciplina y la compulsión, uno puede condicionar la mente, pero un condicionamiento así no puede nutrir el pensar ni despertar la inteligencia profunda. Una mente adiestrada de este modo es como un suelo estéril (14).
El pensamiento integral no es el resultado del adiestramiento, del control o la imitación. Una mente no dividida en opuestos, capaz de percibir directamente, no puede ser el producto del adiestramiento. No puede ser el resultado de una voluntad que domine a otra voluntad, de un deseo que triunfe sobre otro deseo. Toda antítesis en el pensamiento tiene que ser falsa. La mente, al dividirse, juega un truco consigo misma -consciente o inconscientemente. El adiestramiento y el control indican un proceso de dualidad en el deseo, el cual produce conflicto en la conciencia (14).
Krishnamurti: el estado de alerta, que es percepción, ¿necesita adiestramiento? ¿Necesita disciplina? Tenemos que comprender el significado de esa palabra ‘disciplina’.
Pupul Jayakar: señor, comúnmente entendemos por disciplina alguna clase de regimentación. Por ejemplo, si yo me sentara cada mañana con las piernas cruzadas mirando sin parpadear la pared, forzándome al mismo tiempo a no tener ni un solo pensamiento, eso sería considerado disciplina. Pero yo entiendo por ‘disciplina’ el despertar de la mente para el hecho de que debe estar atenta a cada movimiento que se genera dentro de ella misma. Señor, eso también es una disciplina. K: no, Pupul, ‘disciplina’, en sentido general, se vincula con adiestramiento, amoldamiento, imitación, coerción. (24).
PJ: obviamente, tiene que haber alguna clase de disciplina en las escuelas, pero ¿cómo puede llevarse a la práctica?
K: señor, en Inglaterra y en otros lugares, ha habido experimentos en los que las escuelas no tenían, en absoluto, ningún tipo de disciplina; a los niños se les permitía hacer lo que quisieran y nunca se interfería con ellos. Esas escuelas sienten, es obvio, que los niños necesitan algún tipo de disciplina en el sentido de una guía; no los rígidos ‘haz esto’ y ‘no hagas eso’, sino alguna clase de advertencia, alguna clase de sugerencia o insinuación a título de mostrarles las dificultades. Una forma así de disciplina, que en realidad es una guía, resulta necesaria. La dificultad aparece cuando la disciplina, lo único que hace es forzar al niño dentro de un modelo particular de acción, utilizando para ello la coacción y el temor. El carácter de un niño semejante se ve distorsionado, es obvio, su mente se deforma a causa de la disciplina, a causa de los muchos tabúes del ‘hazlo’ y ‘no lo hagas’; así se desarrolla y llega a adulto con miedo y con un sentido de inferioridad, como le ha ocurrido a la mayoría de nosotros. Aunque la mayoría de nosotros habla de disciplina, ¿qué entendemos por esa palabra? Cuando ustedes tienen cien chicos en una clase, la disciplina resulta imprescindible, ya que de otro modo habría un caos completo. Pero si tuvieran cinco o seis en una clase y una maestra inteligente y cálida de corazón, comprensiva, estoy seguro que no habría necesidad alguna de disciplina; ella comprendería a cada niño y le ayudaría de la manera requerida. La disciplina en las escuelas se vuelve necesaria cuando hay una maestra o un maestro para cien chicos y chicas; entonces tienen toda la razón para ser estrictos con ellos. Pero una disciplina así no producirá un ser humano inteligente. Así, pues, la dificultad es que en la actual estructura de la sociedad, la disciplina ha llegado a ser un factor importante debido a que necesitamos educar juntos y lo más rápidamente posible a un gran número de chicos. Educarles para que sean, ¿qué? Empleados de banco o supervendedores, capitalistas o comisarios políticos. Cuando uno es un superhombre de alguna clase, un supergobernador o un sutil polemista parlamentario, ¿qué es lo que ha logrado? Es, probablemente, muy ingenioso, está repleto de datos. Cualquiera puede recoger y acumular datos, pero somos seres humanos, no máquinas de datos, no brutales y rutinarios autómatas. Para estar psicológicamente seguro, uno necesita tener disciplina; y la disciplina garantiza el resultado: convertir a los seres humanos en rutinarios empleados oficinescos, ya sean dependientes de banco, comisarios políticos, reyes o primeros ministros. Ésa es, sin duda, la mayor forma de estupidez, porque entonces los seres humanos no son sino máquinas. Vean el peligro de la disciplina. El peligro es que la disciplina se vuelve más importante que el ser humano; el modelo de pensamiento, el modelo de acción, más importantes que las personas que encajan en ellos. La disciplina existirá inevitablemente en tanto el corazón esté vacío, porque entonces ella es un sustituto del afecto. Como casi todos nosotros estamos secos, vacíos, necesitamos de la disciplina. Un corazón afectuoso, un ser humano internamente rico, integrado, es libre, no recurre a la disciplina. La libertad no llega por medio de la disciplina; uno no necesita pasar por la disciplina para ser libre. La libertad y la inteligencia empiezan cerca, no lejos; por eso, para ir lejos, uno debe comenzar inteligentemente consigo mismo (16).