Sólo el sufrimiento que ustedes mismos experimenten puede hacerles ver el absurdo de la posesión, la cual es el origen del conflicto (12).
Casi todos esperamos que cambie el mundo, en vez de comenzar a cambiar nosotros mismos. Esperamos que el sistema que gobierna el mundo modifique esta actitud respecto de lo posesivo, y no tratamos de descubrir si nosotros, como individuos, podemos realmente estar libres del afán de poseer. Para comprender esto, esta libertad respecto de las posesiones, uno tiene que descubrir inteligentemente cuáles son sus necesidades. Cuando han descubierto cuáles son sus necesidades, dejan de ser posesivos. Cada ser humano conocerá sus necesidades de manera muy clara y simple si las aborda inteligentemente; pero no podrá descubrir cuáles son sus necesidades mientras la mente esté presa en el ansia de poseer, la codicia y la explotación. Así, cuando uno descubre cuáles son sus necesidades, no llega a una componenda ente sus necesidades y las condiciones del mundo, que se basan en el espíritu posesivo (13).
Para mí, no hay tal cosa como un instinto humano de posesión. Todo afán posesivo es una cosa artificial creada por una sociedad artificial errónea. Instintivamente, los seres humanos no son posesivos. Han sido educados así por las circunstancias que ellos han creado (13).
¿Por qué acumula uno cosas, propiedades, etc.? En uno mismo hay pobreza y, por eso, trata de enriquecerse mediante cosas mundanas; este enriquecimiento propio trae desorden y desdicha social. Observando esto, ciertos Estados y ciertas sectas religiosas prohíben a los individuos poseer propiedades y ser mundanos, pero esta pobreza interna, esta dolorosa insuficiencia sigue existiendo y debe ser llenada. De modo que el pensamiento busca y anhela enriquecerse en otras direcciones. Si no logramos el enriquecimiento mediante las posesiones, tratamos de buscarlo en la relación o en las ideas, lo cual conduce a muchas clases de engaño. En tanto haya anhelo, tiene que existir esta dolorosa insuficiencia. Sin comprender el proceso del anhelo y su causa, tratamos de habérnoslas con el efecto -la insuficiencia- y nos perdemos en sus intrincaciones. Al percibir claramente la falacia de la suficiencia acumulativa, el pensamiento empieza a liberarse de aquellas posesiones que ha acumulado para sí a causa del miedo a la insuficiencia (14).
El hombre que tiene muchas posesiones teme la revolución, tanto la interior como la exterior (43).
Poseemos porque sin posesiones no somos nada. Las posesiones son muchas y variadas. El que no posee cosas mundanas, puede estar apegado al conocimiento, a las ideas; otro puede estar apegado a la virtud; otro a la experiencia, otro al nombre y a la fama, etc. Sin posesiones, el ‘yo’ no existe; el ‘yo’ es la posesión, el moblaje [mobiliario], la virtud, el nombre. En su temor de no ser, la mente se aferra al nombre, al moblaje, al valor; y se desprenderá de esto con el fin de ocupar un nivel más alto, siendo lo más alto aquello que nos parece que es lo más agradable, lo más permanente. El temor a la inseguridad, el temor de no ser, conduce al apego, a la posesión. Cuando la posesión no nos satisface o es penosa, renunciamos a ella para adherirnos a otra cosa más agradable. La posesión más satisfactoria es la palabra Dios, o su sustituto, el Estado (46).