Abrigamos la esperanza de que, moldeando nuestras mentes y nuestros corazones por medio de la disciplina, imitando ciertos ideales y ciertas creencias, alcanzaremos el estado humano inteligente (13).
Una mente que busca un método no es consciente de sí misma, de su ignorancia, de sus temores. Espera simplemente que un método, un sistema de disciplina pueda llegar, quizás, a disipar sus ansiedades y sufrimientos. La disciplina sólo puede crear hábito y, de este modo, apagar la mente. Estar atento sin opción, tener conciencia de las numerosas actividades de la mente, de su riqueza, sus sutilezas, engaños e ilusiones, es ser inteligente. Esta atención misma disipa la ignorancia, el miedo (14).
La percepción clara del proceso y del significado de la disciplina da origen a la inteligencia (15).
¿Pueden marchar juntas la disciplina y la inteligencia? Investiguémoslo plenamente y veamos hasta dónde podemos profundizar en esta cuestión. El sentir de la mayoría de la gente es que, mediante alguna clase de disciplina debemos subyugar al bruto, esa cosa temible que llevamos dentro de nosotros. ¿Puede esa cosa temible, ese bruto, controlarse por medio de la disciplina? ¿Qué entendemos por disciplina? Un curso de acción que promete una recompensa, un curso de acción que, si lo seguimos, nos dará lo que deseamos, que puede ser positivo o negativo. Un modelo de conducta que, si lo practico diligentemente, asiduamente, con ardor, al final me dará lo que deseo. Es un proceso que puede resultar doloroso, pero estoy dispuesto a pasar por él para obtener aquello. Es decir, el ‘yo’, que es agresivo, egoísta, hipócrita, ansioso, temeroso -ustedes saben, todo eso-, ese ‘yo’ que es la causa del bruto en nosotros, es lo que queremos trasformar, subyugar, destruir. Y ¿cómo puede hacerse esto? ¿Por medio de la disciplina, o gracias a una inteligente comprensión del pasado de ese ‘yo’, comprendiendo qué es, cómo surge, etc.? O sea, ¿destruiremos al bruto en el hombre mediante la compulsión, o por obra de la inteligencia? Y la inteligencia, ¿es una cuestión de disciplina? (16).
Forzamos al cuerpo con alcohol, tabaco y se hace insensible. El pensamiento dice: ‘tengo que obligarlo’. Esa manera de presionar al cuerpo se convierte en disciplina. Por el contrario, cuando hacemos estas cosas con regularidad, sencillamente y sin esfuerzo, la regularidad misma depende de la sensibilidad del cuerpo. Un día lo hacemos y al otro, puede que el cuerpo esté cansado y digamos: ‘muy bien, no lo haré’. No es una regularidad mecánica. Todo esto requiere cierta inteligencia no sólo de la mente, sino también del cuerpo, y esa inteligencia nos dirá lo que debemos o no hacer (65).