El deseo es siempre por algo; es siempre dependiente y, en consecuencia, origina miedo [deseo algo y tengo miedo de no lograrlo]. Al ser dependiente, siempre hay incertidumbre, la cual, a su vez, engendra miedo [el miedo es producto del diálogo interno de una mente confusa] (14).
Krishnamurti: el deseo y la emoción profunda son dos procesos bien diferentes; el deseo pertenece por completo a la mente [condicionada], mientras que la emoción profunda es la expresión integral de la totalidad del ser [matiz mental con el que se vive una experiencia]. El deseo -el proceso de la mente- va siempre acompañado por el miedo, y la emoción profunda está libre de miedo [siempre que la emoción surja de estructuras no condicionadas. La emoción de una mente lúcida –que es acción, no reacción producto del condicionamiento- aumenta la lucidez mental]. El deseo debe producir miedo siempre, es inevitable, y la emoción profunda no experimenta miedo jamás, porque pertenece a la totalidad de nuestro ser [no tiene que ver –como el miedo- con los diálogos internos destructivos]. La emoción no puede conquistar el deseo, porque la emoción es un estado exento de miedo, estado que puede experimentarse tan sólo cuando cesa el deseo con su miedo [diálogo interno] y su voluntad de satisfacción. La emoción no puede vencer el miedo, porque tanto el miedo como el deseo pertenecen a la mente [confusa]. Las emociones profundas son de un carácter, de una calidad y una dimensión por completo diferentes. Pregunta: ¿cómo puedo lograr la cualidad de la carencia de deseos, sin tener el deseo de lograrla? K: ¿por qué quiere usted lograr la carencia de deseos? ¿Acaso no es porque, por experiencia, ha descubierto que el deseo es penoso, que engendra miedo, conflicto o un éxito que resulta cruel? Por eso ansía hallarse en un estado carente de deseos, el cual puede lograrse, pero es un estado de muerte, ya que es la mera consecuencia del miedo. Usted quiere estar completamente libre de miedo; por lo tanto, convierte la carencia de deseos en el ideal, la norma a la que debe aspirar. Pero el motivo que hay detrás de ese ideal es aún el deseo y, por consiguiente, su esencia sigue siendo el miedo (14).
Cambiar la forma vieja del deseo sustituyéndola por una nueva es tan sólo reformar la mente, ya que ésta seguirá perteneciendo al deseo y, por lo tanto, será siempre una fuente de temor. Debemos, pues, comprender el proceso de la mente misma (14).