El deseo jamás puede ser vencido; mas cuando percibimos la verdad de que el deseo siempre crea su propio opuesto y es por lo tanto una contradicción, entonces el deseo llega a su fin (63).
¿Qué es lo que da continuidad al deseo? Seguramente es el pensamiento[y las carencias de una mente confusa]. Cuando hay percepción de un auto, seguida de sensación, contacto y deseo, si el pensamiento no da continuidad a ese deseo, el deseo termina. El deseo no es una cosa que deba aborrecerse, someterse a control o represión, sino más bien uno debe comprender cómo viene a la existencia y qué es lo que le da continuidad. Cuando comprendemos todo este cuadro, entonces el deseo tiene un sentido muy distinto. Entonces el deseo ya no atormenta la mente (38).
Sólo cuando se ve el significado de la realización [comprender el funcionamiento de la mente, y su consecuente descondicionamiento], existe la terminación del deseo (53).
Cuando cambian su deseo pasando de lo así llamado transitorio, no esencial, a lo que llaman esencial, permanente, lo que han hecho es cambiar meramente el objeto de su satisfacción, el objeto a ganar. Primero fue una cosa concreta y ahora es la verdad. Sólo han cambiado el objeto de sus deseos y, con eso, se han vuelto más superficiales, más vanos, más vacuos. La vida se ha tornado insatisfactoria, superficial, pasajera (12).
Si no hay una limitada, egoísta persecución de objetivos o ideales, entonces el deseo es, en sí mismo, el movimiento continuo de la vida (13).
Hay dos clases de experiencias: la del deseo y la de la realidad. Pero para que pueda experimentarse lo real, deben cesar las experiencias del deseo (14).
Donde hay deseo, la experiencia no puede ser completa, así que fortalece la resistencia (14).
Debemos averiguar qué es lo que cada uno de nosotros desea, tanto interna como externamente. Si tenemos bien claro eso, entonces no tendremos que ir a ninguna parte, a ningún maestro, a ninguna iglesia, a ninguna organización. De modo que nuestra dificultad radica en tener claridad internamente respecto de nuestro propósito (16).
Cada uno de nosotros está más o menos consumido por deseos cuyos objetos varían conforme al medio, al temperamento y a la herencia. De acuerdo con nuestra condición particular, con nuestra particular crianza y educación, con nuestro trasfondo religioso, social y económico, hemos establecido ciertos objetivos cuyo logro perseguimos incesantemente, y esta persecución se ha vuelto algo de capital importancia en nuestras vidas. Una vez que hemos establecido estos objetivos, surgen naturalmente los especialistas que actúan como guías hacia el logro de nuestros deseos. En consecuencia, la perfección de la técnica, la especialización, se convierten en meros instrumentos para alcanzar el objetivo que perseguimos (23).
Todo deseo, por cierto, es transitorio, no en un sentido metafísico sino efectivamente (50).
La mente puede eliminar un particular deseo sólo cuando le concede completa atención; y no puede prestarle completa atención mientras esté buscando un resultado. Esa es uno de los factores de la desatención; y otro factor es cualquier forma de explicación, de verbalización. Es decir, no puede haber atención mientras la mente tenga explicaciones de por qué está buscando poder, posición, prestigio (19).
Usted desea. Los objetos del deseo cambian, pero el deseo es siempre el mismo (44).
El deseo sólo puede morir cuando la mente deja de adquirir [la mente lúcida no quiere, observa, está atenta y de ahí deriva la lucidez] (46).
No es posible hallarse en paz si hay cualquier clase de deseo, cualquier esperanza de algún estado futuro. El sufrimiento es lo que sigue al deseo [el hombre normal desea, el sabio, evita los males], y la vida está generalmente llena de deseos; incluso alimentar un solo deseo [refuerza la estructura mental de desear] lleva a incesante desdicha [siempre se quiere más]. Porque el liberarse de ese único deseo, aun el saber que ese deseo requiere atención, es para la mente un asunto bastante serio. Cuando lo descubra no deje que se convierta en un problema. Prolongar el problema es permitirle que eche raíces. No deje que arraigue. El único deseo es el único dolor. Oscurece la vida; hay frustración y angustia. Sólo esté atenta [observarlo] al deseo y sea sencilla al respecto (10).