Cuando uno escucha algo nuevo, es proclive a dejarlo de lado sin prestarle atención (13).
Ustedes me escuchan a mí porque no se sienten amenazados en lo inmediato, pero si lo estuvieran, es probable que no me escucharan; no estarían atentos (14).
Uno puede usar, quizá, la palabra errónea, la frase errónea, un término incorrecto; pero la persona que está muy atenta, pasa por la inexactitud de la terminología y capta la esencia del significado (16).
Hay atención completa únicamente cuando uno se dice: ‘él puede estar totalmente equivocado, puede estar diciendo tonterías, pero al menos voy a descubrir qué es lo que trata de trasmitir’ (19).
Una mente que escuche con completa atención nunca buscará un resultado, porque está abriéndose constantemente; como un río, siempre está en movimiento. Una mente así es enteramente inconsciente de su propia actividad, en el sentido de que no hay perpetuación de un ego, de un ‘yo’ que esté tratando de lograr un fin (19).
No podéis prestar plena atención si vuestra mente anda errante, si estáis distraídos. Cuando estáis escuchando una canción que os encanta, vuestra música favorita, no hay esfuerzo, simplemente escucháis y dejáis que la música ejerza su propia acción sobre vosotros. Del mismo modo, si queréis escuchar ahora con esa clase de atención, con esa facilidad, hallaréis que el acto mismo de escuchar hace algo que tiene una significación mucho mayor que cualquier deliberado esfuerzo por vuestra parte para oír, para racionalizar y para llevar a cabo lo que se dice (19).
¿Cómo escucháis cualquier cosa? Escucháis parcialmente. No ponéis toda vuestra atención. No estáis hondamente interesados en lo que está diciendo el otro individuo, y prestáis muy escasa atención; escucháis en forma descuidada, de modo que hay una división entre el escuchar y el que escucha. Pero, si escucháis algo con completa atención, no existe tal división. Sabéis lo que entendemos por completa atención: atender sin esfuerzo. No digáis: ‘estoy distraído, ¿cómo voy a atender sin esfuerzo?’. Si prestáis atención a lo que llamáis distracción, entonces esa distracción deja de serlo. Podéis escuchar con atención completa sólo cuando al escuchar no hay beneficio ni motivo personal, no hay deseo, ni interpretación. Sencillamente estáis escuchando. En ese estado de escuchar total, no hay una entidad que escucha, no hay un ‘escuchador’ separado del acto de escuchar. Es un proceso unitario que tiene lugar cuando estáis interesados por completo en algo (47).
La atención se niega cuando justificáis, condenáis o de otro modo valoráis lo que oís [se está pensando al tiempo que escuchando]. Entonces no estáis escuchando, no percibís, no veis (38).
Mi mente, mi corazón, mi cuerpo, mis nervios, todo tiene que estar en armonía, para poder atender. La mente no está separada del cuerpo; el corazón no está separado de la mente, etc. Tiene que ser una perfecta totalidad armoniosa la que esté atenta. En el observar no hay análisis [pensamiento]. Cuando escuchamos la lluvia completamente no hay resistencia hacia ella, no hay impaciencia. Escuchar con atención completa significa no interpretar lo que el otro dice, no estar ni de acuerdo ni en desacuerdo, no comparar ni explicar lo que dice para conveniencia de nuestra mente particular. Cuando hay alguna de tales actividades, no hay atención. Atender completamente significa que la mente está totalmente serena para escuchar. Tener atención significa llegar al máximo de energía. En la atención toda la energía está ahí, no fragmentada (65).
¿Sabe lo que significa estar atento? ¡No es preciso ir a la escuela para aprender a estar atento! Estar atento significa escuchar sin ninguna interpretación, sin ningún juicio; simplemente escuchar. Cuando usted escucha de este modo no hay limitación alguna, no hay un ‘usted’ [el Yo, el sujeto, la identidad] que escuche. Sólo hay el estado de escuchar (72).
Si ustedes quieren escuchar lo que se está diciendo en este preciso instante, deben concederle su atención. No pueden escuchar si piensan en otra cosa (39).
Supongamos que el Buda me dice: ‘la terminación del dolor es la bienaventuranza de la compasión’. Yo no examino esta declaración. No la traduzco a mi manera de pensar. No la cuestiono, no la analizo, no digo: ‘¿qué quiere usted decir con eso?’. Sólo estoy en un estado de aguda, total atención, un estado de escuchar, nada más, porque en esa declaración hay una verdad inmensa, un contenido extraordinario. Por eso digo que la intensidad del escuchar es el verdadero punto crucial en esto (24).
El escuchar activo implica estar atento a los sentidos, a mi gusto, a todo el movimiento sensorial (25).
¿Podemos estar tan atentos en el instante que una palabra se dice, que no haya un centro personal que la registre [el Yo]? ¿Alguna vez hemos estado atentos? Atentos en el sentido de prestar a eso toda nuestra atención, toda nuestra energía, nuestro corazón, nuestra mente, todo. Cuando hacemos eso, no hay un ‘yo’ desde el cual estemos atentos. Solo hay atención. En esa atención no hay registro. Sólo en estado de desatención [la mente piensa mientras escuchamos] hay un centro que registra (32).
Si lo que estamos escuchando es para nosotros extremadamente serio, tremendamente importante, entonces, por fuerza hemos de escuchar de tal manera que el mismo acto de escuchar borra lo viejo. Debemos escuchar con plena atención de modo que el mismo acto de escuchar borre totalmente los viejos recuerdos [más que borrar los viejos recuerdos los debilita, si hay plena atención], los antiguos hábitos y toda la tradición acumulada (65).
Es esencial escuchar, no sólo las palabras, o esperando experimentar este estado extraordinario de libertad, sino escuchar sin esfuerzo, sin lucha, fácilmente [escuchamos para ver lo que el otro dice, no para quedar por encima de él]. Pero esto exige cierta cualidad de atención. Por atención entiendo estar completamente ahí con toda la mente y el corazón [atención sin división entre el que escucha y lo escuchado] (21).
Cuando están escuchando a alguien completamente, atentamente, escuchan no sólo las palabras, sino que también prestan atención a lo que se está comunicando, a la totalidad de ello, no a una parte [rechazamos aquella parte del discurso que no nos gusta] (37).
¿Podemos escuchar y observar juntos, sin la palabra, sin la memoria, sin todo el movimiento del pensar? Lo cual significa atención completa; atención no desde un centro [yo pienso], sino atención en la que no hay un centro. Si tienen ustedes un centro desde el cual están atendiendo, ésa es meramente una forma de concentración [inadecuada]. Pero si están atendiendo y no hay un centro, ello significa que prestan atención completa (74).
Si la mente no se halla atestada, incesantemente ocupada, puede escuchar a ese perro que ladra, escuchar el sonido de aquel tren que cruza el puente distante, y también estar plenamente atenta a lo que dice una persona que habla aquí. Entonces la mente es algo vivo, no una cosa apagada, muerta (42).
Para escuchar, es preciso que concedan su atención completa. Cuando ustedes observan a un pájaro y miran sus plumas, los colores, el pico, el tamaño y la bella forma de ese pájaro, están entregando el corazón, la mente y el cuerpo, todo cuanto tienen, en el acto de observarlo [no hay fragmentación en la mente, no hay sujeto, no hay.,.. un Yo que escucha] (21).