Si destruimos el deseo, hay muerte. Y si nos limitamos a cambiar de objetivo del deseo, si encontramos nuevos ideales, para el deseo, entonces sólo estamos escapando del conflicto, y así no puede haber riqueza ni plenitud (13).
Mientras haya deseo, toda experiencia condiciona más y más el pensamiento y la emoción y, de este modo, prolonga el conflicto (14).
El deseo nace a causa de la percepción sensorial, o sea, el ver, el contacto, la sensación. Primero, uno ve un automóvil, después viene el contacto, la sensación y finalmente, el deseo de poseer el automóvil, de conducirlo. Entonces al tratar de obtener ese automóvil, lo cual es deseo, hay conflicto. El conflicto existe, pues, en la satisfacción misma del deseo (49).
Nunca he dicho que una mente libre no tenga deseo. Después de todo, ¿qué mal hay en el deseo? El problema se presenta cuando él crea conflicto. Cuando quiero ese bonito coche que no puedo tener. Pero ver el coche, la belleza de sus líneas, el color, la velocidad que puede alcanzar, ¿qué mal hay en ello? Ese deseo de observarlo, de mirarlo ¿es malo? El deseo sólo se vuelve apremiante, compulsivo, cuando quiero poseer la cosa (34).
Para nosotros, el deseo va acompañado de mucha tortura; conocemos el deseo como conflicto, y por eso le atribuimos esas limitaciones. Y nuestros deseos son tan limitados, tan estrechos, tan mezquinos, tan mediocres: queremos un coche, queremos ser más bellos, queremos lograr. ¡Mirad lo mezquino que es todo esto! No creo que exista un deseo sin ninguna tortura, sin ninguna esperanza ni desesperación. Lo hay, mas no puede ser comprendido mientras el deseo engendre conflicto (34).
Ante todo, tenemos una idea de que el deseo es cosa mala, porque produce varias formas de conflicto y contradicción. Hay en nuestro interior muchos deseos, pugnando en diferentes direcciones. Ese es un hecho: tenemos deseos, y ellos crean conflicto. Mas, en tanto digamos ‘el deseo es malo’ o ‘el deseo es bueno’, o ‘¿debo ceder?’, ‘¿no debo ceder?’, en todo ese proceso estáis creando una división entre vosotros y el deseo [el yo y lo otro, la fragmentación mental], y por lo tanto tiene que haber conflicto (34).
Desde el momento que buscáis la liberación del deseo, ya estáis preso en el conflicto (40).
La mayoría de nosotros, como estamos vacíos, nos llenamos con toda clase de ruidos, con el placer y con toda forma de evasión. Hay una sensación de vacío y tenemos el impulso de llenar ese vacío con los objetos del deseo, con el placer y su continuidad, que a su vez crea falsos valores y, por tanto, conflicto en todas nuestras relaciones (38).
En el yoga vashishta [libro de filosofía Adwaita -sistema metafísico no dual- que aparece en forma de conversaciones entre el rey Rama y Vashishta] se dice que la mente está llena de pensamientos, de conflictos; y estos conflictos surgen debido al deseo y al temor; a menos que uno pueda resolverlos, es incapaz de comprender. SW (70).
El conflicto existe cuando el deseo asume la forma del experimentador [el yo] y persigue aquello que ha de ser experimentado; porque eso que ha de ser experimentado es concebido, también por el deseo. El deseo, no sólo crea al experimentador, al que observa, sino que también hace surgir eso que ha de ser experimentado, lo observado. Así, el deseo es la causa de la división entre el experimentador y la cosa que ha de ser experimentada, y esta división sostiene el conflicto (53).
La acción que nace del deseo está deformada, es limitada y esta acción limitada, no importa lo que uno haga, tiene que dar origen a un conflicto interminable [el Buda dice que la causa de todo dolor es el deseo] (22).