Cuando usted se da cuenta con todo su ser de que un hábito o una idea o una emoción es inútil, no hace ningún esfuerzo. Puede que el hábito continúe, pero la decisión está tomada y el hábito se agotará gradualmente. Es infantil. Digamos que usted tiene el hábito de rascarse. Si está plenamente consciente de él, si lo percibe con la totalidad de su ser, hay una decisión. Puede que el hábito continúe por un tiempo, pero desaparecerá espontáneamente. Pero ahora no está usted consciente del hábito y trata de dominarlo; en consecuencia, existe el deseo continuo de controlar su hábito (12).
Antes de que me pregunten cómo vencer un hábito determinado, averigüemos qué es lo que da origen al hábito, porque uno puede romper con un hábito, con un patrón de comportamiento, pero en ese proceso mismo puede estar formando otro. Esto es lo que hacemos por lo general, vamos de un hábito a otro. Seguiremos haciendo esto indefinidamente a menos que descubramos por qué la mente busca siempre formar hábitos, seguir patrones de pensamiento y deseo. Toda relación genuina requiere un constante estado de alerta y ajuste, pero no de acuerdo con un patrón. Donde hay hábito, seguimiento de normas, ideales, es imposible este estado de flexibilidad, el cual exige constante atención y afecto, y como la mente encuentra más fácil establecer patrones de conducta que estar alerta, procede a formar hábitos; y cuando se libera de un hábito en particular a causa de la aflicción y la incertidumbre, se mueve hacia otro hábito (14).
Tal como ocurre con muchos hábitos, el mero luchar contra ellos sólo los fortalece. Comprenda todo el problema del hábito, el mental, el emocional y el físico. El hábito es irreflexión, y luchar contra la irreflexión determinada por la ignorancia, es inútil, estúpido. Usted debe comprender el proceso del hábito, comprenderlo mediante la constante percepción de las rutinas de la mente y de las acostumbradas respuestas emocionales. En la comprensión de las secuelas más hondas del hábito, las superficiales desaparecerán. La lucha contra el hábito no necesariamente resulta en el abandono de éste; otros hábitos pueden desarrollarse o sustituirlo. La mera lucha por superar hábitos, sin haber descubierto su significación más profunda, torna la mente-corazón irreflexiva, superficial e insensible. El abandono de un hábito será la consecuencia natural si hay atención reflexiva, sensibilidad. Esta sensibilidad se ve embotada, endurecida por la lucha constante de los deseos opuestos. De modo que, si desea fumar, fume; pero esté intensamente alerta a todas las implicaciones del hábito: la irreflexión, la dependencia, la soledad, el miedo, etc. No se limite a luchar contra el hábito; esté atento a su plena significación. Esté totalmente alerta, sin preferencia alguna, a lo que es, a su hábito, a su miedo, a su tendencia; y en esta llama singular de la percepción alerta, lo que es experimenta una transformación. Esta transformación no tiene lugar dentro del patrón de la dualidad; es fundamental, creadora, está dotada con el hálito de la realidad. En esta llama de la percepción alerta se resuelven finalmente todos los problemas (15).
Veo que estoy atrapado en hábitos. En lo político, en lo religioso, como escritor, como pintor, como hombre o mujer, estoy atrapado en un particular modo de pensar. Como soy inglés, tengo cierta tradición, con una actitud fija hacia la vida; estoy adiestrado en el catolicismo, en esto o aquello, y ello ha llegado a ser un hábito. ¿Puede romperse inmediatamente ese hábito, o hay que eliminarlo gradualmente, al correr de los años? Si digo que ello tomará tiempo, que ha de ser eliminado gradualmente, a través de los años, ¿cuál es entonces el estado de mi mente? [está confusa, porque no es el tiempo futuro lo que cambia el hábito si el comprender que el hábito es nefasto y eso no es cuestión de tiempo]. Es evidente que mi mente está aletargada, embotada, que es irreflexiva, que no está atenta. ¿Existe un método que permita romper un hábito? Seguramente, un método implica tiempo, moverse desde un principio hasta un fin. Si veis por vosotros mismos que el tiempo no os libera del hábito, y que por lo mismo los métodos o sistemas no sirven, entonces estáis efectivamente enfrentados con el hecho de que vuestra mente es presa del hábito. Estáis enfrentados con eso, no por medio de palabras, de ideas, sino que directamente veis el hecho de que vuestra mente está impedida por el hábito; es así, sin escapatoria. Y, ¿qué ocurre entonces? No estáis tratando de cambiar el hábito, no intentáis destruirlo. Sencillamente os enfrentáis con el hecho de que vuestra mente funciona en la huella del hábito. Y ¿qué pasa cuando estáis directamente frente a un hecho? ¿Qué ocurre si llegáis a estar cara a cara con el hecho de que sois unos mentirosos, que sois celosos? Si no tratáis de cambiarlo, entonces el hecho mismo os da enorme energía para destruir ese hecho por completo. Cuando os enfrentáis directamente con el hecho, vuestra mente ya no se está disipando en evasiones, en repudios, tratando de cambiar el hecho a través del tiempo, y todo lo demás, por consiguiente, vuestra atención es completa, toda vuestra energía ha sido reunida, y esa energía destroza totalmente el hecho (47).
Si uno pudiera establecer la cualidad de atención en la mente, una vez que la mente capte el hecho -la verdad de que la energía es atención y que la atención es necesaria para disolver cualquier hábito determinado-, entonces al darse cuenta de un hábito o tradición en particular, uno vería que éste cesa completamente (61).
El romper cualquier clase de hábito es una de las cosas más difíciles, porque nos gusta vivir con hábitos, tales como el fumar, el beber, o los hábitos sexuales y los psicológicos (61).
Descubramos el modo de comprender todo este proceso de formación y ruptura del hábito. Podemos considerar el ejemplo del fumar, y usted puede sustituirlo por su propio hábito, por su propio problema personal, y experimentar directamente con su propio problema tal como yo experimento con el ejemplo del fumar. Ese hábito es un problema, se convierte en un problema cuando quiero abandonarlo; mientras estoy satisfecho con él, no es un problema. El problema se suscita cuando tengo que hacer algo con respecto a un determinado hábito, cuando el hábito se vuelve una perturbación. El fumar ha creado una perturbación, de modo que quiero liberarme de él. Así pues, mi manera de abordar el hábito es resistiéndolo o censurándolo. Esto es, no quiero fumar; por lo tanto, encaro el fumar ya sea reprimiéndolo, condenándolo o encontrando un sustituto: en vez de fumar, mascar. Ahora bien, ¿puedo mirar el problema con una mirada libre de toda censura, justificación o represión? ¿Puedo observar mi hábito, observarlo sin sentido alguno de rechazo? Trate de experimentar con ello ahora, mientras estoy hablando, y verá cuán extraordinariamente difícil es no rechazar ni aceptar. Porque toda nuestra tradición, todo nuestro trasfondo, nos impulsan a rechazar o justificar, antes que a sentirnos curiosos al respecto. En vez de estar pasivamente alerta, la mente opera siempre sobre el problema (42).
Para romper los viejos patrones hace falta una energía tremenda (26).