La soledad es la parte final en el proceso del autoaislamiento. Cuanto más conscientes sois de vosotros mismos, tanto más aislados os halláis; y la conciencia del ‘yo’ es el proceso del aislamiento (63).
Vivir solo necesita gran inteligencia; vivir solo, y no obstante ser flexible, es arduo. Vivir solo, sin los muros de autoencerradoras satisfacciones, requiere extremada vigilancia; pues una vida solitaria estimula la pereza, los hábitos que confortan y que son difíciles de romper.
Una vida singular fomenta el aislamiento, y sólo los sabios pueden vivir solos sin daño para sí mismos y para otros. La sabiduría es única, pero un sendero solitario no conduce a la sabiduría. El aislamiento es la muerte, y la sabiduría no se apoya en el retiro. No hay sendero para la sabiduría, porque todos los senderos son separativos, exclusivos.
En su misma naturaleza, los senderos sólo pueden llevar al aislamiento, aunque estos aislamientos sean llamados unidad, el todo, el uno, etc. Un sendero es un proceso exclusivo; el medio es exclusivo, y el fin es como el medio. El medio no está separado de la meta, de lo que debería ser. La sabiduría llega con la comprensión de nuestra relación con el campo, con el transeúnte, con el pensamiento fugaz.
El retirarse, el aislarse con el fin de hallar, es poner fin al descubrimiento. La relación lleva a una soledad que no es de aislamiento. Tiene que haber una soledad, no de la mente que encierra, sino de libertad. Lo completo es lo único, y lo que no es completo busca el camino del aislamiento (53).