Tenemos que atravesar la ilusión de las palabras [creemos que entendemos el significado de las palabras que utilizamos al hablar pero no ocurre así en una mente confusa] a fin de descubrir el pensamiento que otro desea comunicar (12).
Si ustedes utilizan las palabras meramente como un instrumento para llegar a esa delicadeza y simplicidad del pensar, me temo que no comprenderán lo que trato de comunicar. Pero si usaran el significado de las palabras como un puente que hay que cruzar, entonces las palabras no se convertirían en una ilusión y la mente no se perdería en una ilusión (13).
Cuando nombran algo, están meramente atrapados en una idea, y esa idea compele [obligar a alguien, con fuerza o por autoridad, a que haga lo que no quiere] sus pensamientos (16).
No se limite a escuchar las palabras, porque las palabras muy poco significan. Pero casi todos nosotros nos alimentamos de palabras sin ninguna sustancia. No podemos pensar sin palabras, pero el pensar sin palabras -el pensar negativo-, constituye la más elevada forma del pensar. Ese pensar es imposible cuando las palabras tienen importancia, cuando el objetivo es la palabra (16).
La idea, el concepto, la norma, nace de nuestro pensar, que a su vez se basa en nuestro condicionamiento (47).
Palabras como ‘Dios’, ‘comunismo’, ‘infierno’ ‘cielo’, ‘soledad’, ‘esposa’, ‘familia’: ¡qué asombrosa influencia tienen sobre nosotros! Somos esclavos de tales palabras, y la mente que es esclava de las palabras nunca estará libre de temor (47).
Cuando comprendemos que la palabra no es la cosa, que la descripción no es lo descrito, que la explicación no es lo explicado, entonces la mente está libre de la palabra (8).
Aparentemente, la mayoría de las personas pierden muchísimo tiempo en discutir la mera claridad verbal y no parece captar la profundidad y el contenido que está más allá de las palabras. En el intento de buscar claridad verbal, vuelven mecánicas sus mentes, y la vida se convierte en algo superficial y muy a menudo contradictorio (52).
Un concepto fabricado por el pensamiento, sea en el futuro o de acuerdo con el pasado, es un ideal -una idea proyectada o un recuerdo-. Es un juego de sombras chinescas que hace una abstracción de lo real. Tal abstracción elude lo que está ocurriendo en el presente (52).
Krishnamurti: la palabra interfiere con la observación. Pupul Jayakar: ¿cómo observa uno sin que la palabra interfiera con la observación? K: para eso, tenemos que investigar cuán atrapados estamos en las palabras; tenemos que investigar cómo nuestras mentes, nuestros cerebros, funcionan basándose en palabras. PJ: ¿la mente es el campo sobre el que tiene lugar la observación? K: todo depende de lo que usted entienda por ‘observación’. La observación puede ser muy superficial. Si es una observación de veras significativa, una observación que tiene profundidad, está libre de la palabra (24).
Estamos atrapados en las palabras. ¿Por qué la palabra se ha vuelto importante y no la cosa? Porque usted puede jugar con ideas, pero no puede jugar con el hecho. Somos esclavos de las palabras (25).
La mayoría de nosotros somos esclavos de las palabras, y las palabras han llegado a ser extraordinariamente importantes. Las palabras son necesarias como medio de comunicar, mas, para la mayoría de nosotros, la palabra es la mente, y estamos esclavizados por las palabras. Hasta que no comprendamos esta profunda cuestión de la verbalización, y la importancia de la palabra, y cuán esclavos somos de las palabras, seguiremos pensando mecánicamente, como computadoras (47).
El pensamiento es la imagen, el pensamiento es la palabra (18).
La agitación de la mente proviene del empleo de la palabra. Cuando la palabra no es, lo inconmensurable es (46).
Cuando la palabra está ausente, la mente no puede obrar, y así el experimentador [el yo] no puede acopiar con miras a nuevos deleites (46).
Las meras palabras tienen para nosotros una extraordinaria importancia; tienen un efecto neurológico cuya sensación es más importante que lo que está detrás del símbolo. El símbolo, la imagen, la bandera, el ruido, es todo lo que nos importa; nuestra fuerza es el sustituto, no la realidad. No hay proceso de pensamiento sin verbalización; y estar atrapado en la verbalización es ser prisionero de las ilusiones del deseo (46).
La división sujeto-objeto incorporada en nuestro lenguaje y pensamiento crea un objeto, aun cuando no exista tal información a través de nuestros sentidos. La división sujeto-objeto en nuestro pensamiento crea la expectativa de una división semejante. Si parto del pensamiento de ‘observarme a mí mismo’, la expectativa en este pensamiento creará el ‘mi’, el ‘yo’. Fritz Wilhelm (17).