Aceptamos muy fácilmente las palabras, palabras como democracia, paz, comunista, Dios, alma, etc. Jamás investigamos estas cosas. Jamás vamos más allá de las transitorias sensaciones que las palabras evocan (16).
Si usted se quema un dedo y el dolor crea un concepto de que usted nunca debe poner su dedo en el fuego, entonces ese concepto tiene validez (57).
Casi todas las palabras que empleamos contienen el sentido de la medida, por eso las palabras influyen en nuestras reacciones, y las reacciones profundizan el sentido de la comparación. La palabra y la reacción están relacionadas entre sí, y el arte radica en no estar condicionado por la palabra, lo que significa que el lenguaje no nos moldee. Use la palabra sin las reacciones psicológicas a la misma (52).
Cuando yo digo: ‘estoy iracundo’, he reconocido por las iras pasadas, la ira presente; por lo tanto, estoy usando la palabra ‘ira’ que es del pasado, e identifico esa palabra con el presente. La palabra se ha vuelto extraordinariamente importante; sin embargo, cuando uno no emplea la palabra, de modo que sólo existe el hecho, entonces ese sentimiento no se fortalece (35).
Debemos comprender muy claramente, desde el principio, que la palabra no es la cosa. La palabra ‘deseo’ no es el sentimiento de ello -el extraordinario sentimiento que hay detrás de esa reacción-. Por lo tanto, uno debe estar muy alerta para no quedar atrapado en la palabra (74).