En el proceso de autoanálisis [participa el pensamiento] no está funcionando la totalidad de nuestro ser sino sólo esa parte que llamamos mente, pensamiento, intelecto. Con esa única parte de nuestro ser, tratamos de descubrir los complejos ocultos; yo digo, en cambio, que podemos traer a la plena acción consciente todos estos obstáculos ocultos, sólo cuando estamos totalmente alerta en el presente (13).
El autoanálisis y la percepción alerta [atención plena al presente sin la participación del pensamiento] son dos cosas diferentes: el uno es malsano, pero en la percepción alerta hay júbilo. El autoanálisis tiene lugar después de que la acción ha pasado; desde ese análisis, la mente crea un patrón al cual es forzada a amoldarse una acción futura. Por eso se genera rigidez del pensamiento y de la acción. El autoanálisis es muerte, y la percepción alerta es vida. El autoanálisis sólo lleva a la formación de una norma y a la imitación, y así no es posible liberarse de la esclavitud, de la frustración. La percepción alerta existe en el instante de la acción; si uno está atento, entonces comprende de manera global, como una totalidad, la causa y el efecto de la acción, el proceso imitativo del temor, sus reacciones y demás. Esta percepción alerta libera al pensamiento de aquellas causas e influencias que lo limitan y retienen; lo libera sin crear futuras esclavitudes. De esta manera, el pensamiento se vuelve profundamente flexible. El autoanálisis o la introspección tienen lugar antes o después de la acción, preparándola así para el futuro y limitándola. La percepción alerta, en cambio, es un proceso constante de liberación (14).
Cuando os analizáis, hay división entre observador [el yo, la idea que tengo de mí] y lo observado [la realidad]. Y el observador está tan condicionado como lo observado [el pensar de una mente confusa, siempre es condicionado]; hay pues un conflicto entre los dos, entre el analizador y lo analizado. El analizador puede interpretar mal lo que examina; y si resiste cierto hábito, o si trata de transformarlo para adecuarlo a sus particulares idiosincrasias, etc., sólo fortalecerá el hábito [el condicionamiento] (47).