Han evolucionado para percibir las ideas y los pensamientos. Sin ellas sería imposible saber lo que está ocurriendo en el mundo o en la propia mente. En consecuencia, el contacto entre mente y materia se pierde si deja de funcionar alguna de ellas por cualquier razón.
Al existir seis sentidos en los que el contacto puede tener lugar, tenemos doce esferas en los que estos funcionan. Seis de éstas son internas y seis externas: la base del ojo, la base del oído y las otras cuatro, incluyendo la base de la mente, comprendiendo las seis esferas internas de los sentidos; mientras que las seis formas de los objetos correspondientes a estos son llamadas las esferas externas de los sentidos, significando que proveen los estímulos que despiertan las correspondientes esferas internas. Por lo tanto las formas visibles toman contacto con la base del ojo, los sonidos con la base del oído, los olores con la base de la nariz, el gusto con la base de la lengua, las cosas tangibles con el cuerpo como base de contacto y los pensamientos o ideas que las hacen experimentar en la mente. Los resultados de este contacto entre las esferas internas y externas de cada uno de los seis sonidos son: el ver, el oír, el oler, el gustar, el tocar y el pensar. Son estos los que nos apegan a la rueda de la vida con su impermanencia insatisfactoria y falta de ego. Estas trabas incluyen las ideas de un alma o deseos de un yo, aversiones, ilusiones, presunción, agitación y ansiedad. No sólo nos apegan a este mundo, sino también al mundo sutil (astral) y al mundo no-material (mental y espiritual) en condiciones de incertidumbre.
Existen tres fases de meditación introspectiva. Primera, prestar simplemente atención desnuda al ver, oír, pensar, etc., meramente reconociéndolos. Ello tiene el efecto de examinar el flujo de pensamientos azarosos, las asociaciones de ideas y la charla mental. A causa de hábitos firmemente enraizados, en un principio se necesita una determinada práctica para examinar estas disgresiones durante más de unos pocos segundos, pero puede hacerse y pronto se aprecia la virtud de ello. Deteniéndonos y observando con desapego los hechos de cualquier situación que se presente, se consigue un juicio correcto y una solución adecuada.
La segunda fase de la meditación se produce cuando estamos atentos a cada uno de los seis sonidos; consiste en la contemplación de las correspondientes bases de los sentidos y objetos de los sentidos implicados, mientras nada, ningún obstáculo, o atracción o aversión, puede cargar la mente no iluminada. La total conciencia de estas condiciones es el propósito de esta fase. En tercer lugar uno debe llegar al conocimiento y la clara comprensión de los obstáculos y ataduras que nacen a través de las seis esferas de los sentidos internos y externos percibiendo cómo nacen, se manifiestan y mueren. En esta fase, la contemplación nos revelará cómo abandonarlos y cómo prevenir su resurgir en el futuro. Esta vía conduce a la conquista del ‘sí mismo’ y al dominio de la vida.
AUTOR: Dhiravamsa.