1 Logran cambiar recuerdos traumáticos en placenteros:
Una investigación publicada en «Nature» y liderada por el Premio Nobel Susumo Tonegawa dio un paso más en la comprensión de la memoria. Con su equipo Tonegawa logró cambiar la sensación de miedo asociada a un suceso por otra placentera. Y no han necesitado llevar a cabo ninguna terapia, lo han logrado con un “click”, el necesario para encender una luz láser.
Si tiene alguna fobia y está pensando en recurrir a esta novedosa técnica, sepa que a menos que quiera ofrecerse como cobaya humano, aún tendrá que pasar por la consulta de su psicólogo. Y es que para cambiar un recuerdo negativo en otro positivo han utilizado una técnica muy reciente, conocida como optogenética, que permite activar y desactivar a voluntad circuitos neuronales mediante luz y que hasta el momento solo se ha aplicado en ratones. Pero sin duda es un paso interesante para ayudar a las personas con fobias o trastornos de estrés postraumático.
Las memorias de hechos pasados se almacenan dos lugares diferentes del cerebro. En el hipocampo se archiva una información neutra, referente al lugar donde ocurrió el suceso, mientras que la emoción que la acompaña se guarda en otra zona diferente, pero cercana, la amígdala.
Los investigadores descubrieron que los archivos guardados en el hipocampo referentes a la información del lugar donde ha ocurrido un suceso son tan plásticos que pueden asociarse después con otra emoción opuesta a la inicial, fruto de una nueva experiencia. Es por eso que cuando se acude al psicólogo por una fobia se puede superar con éxito esa experiencia rememorándola mientras está relajado en otro contexto diferente.
2 Manipulando los sueños:
Un equipo de neurocientíficos encabezados por la psicóloga Ursula Voss, de la Universidad de Fráncfort, logró que un grupo de voluntarios experimentaran un sueño lúcido, como contaron al despertar. Los sueños lúcidos son aquellos en los que somos conscientes de que estamos soñando y podemos dirigir el contenido de las fantasías oníricas a voluntad. Sus resultados se publicaron en Nature Neuroscience.
El electroencefalograma mostró una actividad eléctrica indicativa de las ondas gamma, lo que permitió corroborar que en efecto tenían ese tipo especial de sueños poco frecuentes, que se utilizan para el estudio de aspectos tan escurridizos como la consciencia.
Las ondas gamma están relacionadas con funciones ejecutivas como el razonamiento y son indicativas de que el lóbulo frontal está trabajando, algo que no ocurre en durante el sueño, salvo en este tipo, que por eso recibe el nombre de “lúcido”. En general mientras dormimos el lóbulo frontal está inactivo.
Voss y sus colegas querían averiguar qué ocurriría si al soñar inducían una corriente con la misma frecuencia de las ondas gamma en el cerebro. Cuando lo hicieron, a través de electrodos en el cuero cabelludo en una técnica llamada estimulación transcraneal de corriente alterna (tACS), los 27 voluntarios informaron de que eran conscientes de que estaban soñando.
El trabajo es relevante en el manejo de pesadillas. También en personas que sufren estrés postraumático, que a menudo tienen sueños en los que reviven una experiencia traumática de forma repetitiva, lo que les causa gran angustia y problemas para dormir. Si pueden soñar con lucidez de forma controlada, es decir, con el lóbulo frontal despierto, con ayuda del terapeuta podrían modificar el contenido de las pesadillas para acabar con ellas.
3 Los omega-3 retrasan el envejecimiento del cerebro:
A medida que envejecemos nuestro cerebro va perdiendo volumen con los años. Y esta pérdida es mucho más acusada en patologías como el alzhéimer. Varios estudios han atribuido a los ácidos omega-3 del pescado azul un papel neuroprotector frente a este proceso. Un estudio publicado en Neurology, la revista de la Academia Americana de Neurología, aportó nuevas pruebas.
Al parecer, los niveles altos de omega-3 en sangre se relacionan con una menor pérdida de volumen cerebral. Lo que significa que el cerebro envejece algo más lentamente, y se ha cuantificado ese retraso en uno a dos años. Los niveles más altos de omega-3 se correspondían también con un volumen un 2,7% mayor en el hipocampo, que desempeña un papel clave en la formación de la memoria y en la enfermedad de Alzheimer comienza a atrofiarse incluso antes de que aparezcan los primeros síntomas.
Además niveles de ácidos grasos en sangre dos veces superior a la media de los participantes en el ensayo (7,5% frente al 3,4%) correspondían con un volumen cerebral un 0,7% mayor. Esta cantidad, que puede parecer insignificante, equivalía a retrasar la pérdida normal de las células cerebrales que tiene lugar con el envejecimiento en uno a dos años.
Los ácidos grasos omega-3 están presentes en los llamados pescados azules, como atún, sardina, boquerón, salmón, caballa o palometa, entre otros.
4 Cafeína para potenciar la memoria:
Doscientos miligramos de cafeína, aproximadamente la que contiene un café, tomados después de ver una serie de imágenes ayuda a recordar mejor al día siguiente. Lo que sugiere que en lugar de tomar café antes de afrontar un trabajo importante para estar despiertos, tal vez sería mejor tomarlo inmediatamente después, para sacar el mejor partido posible a la memoria. Esa es la conclusión de un estudio llevado a cabo en la Universidad Johns Hopkins publicado en la revista Nature Neuroscience.
“Hasta ahora se atribuía a la cafeína un efecto potenciador sobre la actividad cognitiva, pero su capacidad para mejorar la memoria y hacerla inmune al olvido no se había examinado en detalle”, señala el psicólogo y neurocientífico Michael Yassa, que lidera esta investigación que prueba que la cafeína puede potenciar la memoria hasta 24 horas después de haberla consumido. “Es la primera vez que se observa este efecto de la cafeína para reducir el olvido un día después de haberla ingerido”, destaca Yassa.
5 Por qué el chocolate preserva la memoria:
Las propiedades neuroprotectoras que se han atribuido al chocolate durante mucho tiempo fueron confirmadas por un estudio publicado en la prestigiosa revista “Nature Neuroscience”.
Uno de sus componentes, la epicatequina, un flavonol con acción antioxidante, ha demostrado su eficacia para revertir las pérdidas de memoria normales asociadas a la edad. Esas que a partir de los cincuenta hacen más difícil localizar el coche en el aparcamiento del supermercado, que haya que poner más empeño en aprender cosas nuevas o recordar nombres.
Una dieta rica en epicatequina (900 miligramos al día), un componente del cacao, durante tres meses en 37 voluntarios sanos con edades comprendidas entre 50 y 69 años, en un ensayo doble ciego, mostró una mejoría notable en la cognición equivalente a un rejuvenecimiento de 30 años, aseguran los investigadores de la Universidad de Columbia.
“Los participantes que tenían una memoria típica de una persona de 60 años al inicio del ensayo, después de tres meses de consumo de una bebida rica en flavonoides del cacao mostraban una mejoría en su memoria que los equiparaba a las personas de 30 o 40 años”, explica Scott A.Small, director del Centro para Estudio de la Enfermedad de Alzheimer, que lidera el trabajo.
6 Descubren qué pasa en el cerebro con ansiedad:
Si hay algo característico de los trastornos de ansiedad, sin duda es el miedo. Un miedo difuso que produce angustia y que no tiene una causa clara. Varias zonas del cerebro son claves en la producción del miedo y la ansiedad. En especial la amígdala y el hipocampo.
Un estudio que acaba de publicarse en Nature Neuroscience podría ayudar a explicar cómo se pasa de un miedo normal y adaptativo a otro generalizado y disfuncional. Según este estudio, la sensación de miedo es una cuestión de números y depende de una votación “democrática” entre nuestras neuronas, que de forma individual son capaces de distinguir lo que supone una amenaza y lo que no. Si la mayoría se alarman, sentimos miedo. Por el contrario, si sólo se alteran unas pocas, no cunde el pánico y permanecemos tranquilos.
Eso es al menos es lo que se deduce de un trabajo con roedores, que acaba de ser replicado en primates. Al parecer, en la amígdala, la parte del cerebro que procesa el miedo, hay una minoría de neuronas muy temerosas, a las que cualquier señal del entorno les lleva a transmitir una señal de pánico. Sin embargo, la mayoría solo se “alteran” y mandan señales de miedo cuando hay una causa justificada. El resultado en la conducta visible de la rata es la ausencia de temor. Ante situaciones de alto riesgo, todas las neuronas se vuelven miedosas.
7 Ejercicio para olvidar:
¿Se acuerdan de la famosa carrera que Forrest Gump (Tom Hanks) protagonizó en el cine cuando Jenny rechazó su oferta de matrimonio? Tal vez su larguísimo maratón cinematográfico le ayudara en su empeño de olvidar, según una investigación que se publica hoy en la revista “Science”.
El trabajo sostiene que las nuevas neuronas que nacen en el hipocampo, donde se consolida la memoria, están implicadas no sólo en la formación de recuerdos, sino también en el olvido. Se sabe que el ejercicio promueve el nacimiento de nuevas neuronas en esta zona del cerebro. Y tres años de carrera seguro que consiguieron “apadrinar” muchas neuronas nuevas en el cerebro de Forrest, que de acuerdo con esta nueva investigación, haría más fácil olvidar la negativa de Jenny, aunque requeriría su tiempo.
La investigación, en la que han participado científicos de la Universidad de Toronto (Canada) y Toyoake (Japón) demuestra que las neuronas nuevas que nacen en el hipocampo a lo largo de toda la vida, al integrarse en las redes neuronales ya existentes destruyen conexiones antiguas y por eso algunos recuerdos previamente adquiridos se pierden.
Este especie de cinta sin fin de producción de recuerdos explicaría por qué no alcanzamos a recordar cosas ocurridas en la primera infancia, una etapa de la vida en la que la tasa de nacimiento de nuevas neuronas es muy elevada. Las neuronas “recién nacidas” compiten entre sí para integrarse en las redes de memoria, remodelándolas continuamente, por lo que estas tendrían un equilibrio muy precario, lo que favorecería esa “amnesia” que acompaña a los primeros años de vida y que es común a muchas especies, incluyendo la nuestra.
8 El poder de una caricia:
Las caricias, o lo que es lo mismo, los roces lentos y suaves en la piel que a la mayoría de las personas les resultan placenteros ponen en funcionamiento el sistema de recompensa del cerebro, según un trabajo publicado en la revista Neuron. Esas caricias se transmiten desde la piel hasta el cerebro por medio de nervios cuya velocidad de conducción es muy lenta.
“El significado evolutivo de un sistema de este tipo para una especie social como la nuestra aún no se ha determinado completamente”, explica el primer autor del trabajo Francis McGlone, de la Universidad John Moores, de Liverpool, en Inglaterra. “Pero la investigación reciente está descubriendo que las personas con trastornos del espectro autista no procesan adecuadamente el tacto emocional, lo que nos lleva a la hipótesis de que un fallo en ese sistema durante el neurodesarrollo puede impactar negativamente en el funcionamiento del cerebro social y el sentido de sí mismo”, señalan
“En un mundo en el que el tacto queda relegado a un segundo plano con el aumento de las redes sociales que fomentan la comunicación ‘sin contacto’, y la disminución de caricias afectuosas en los bebés por parte de cuidadores y padres debido a la las presiones económicas de la vida moderna, es cada vez más importante reconocer cuán vital es una afectuosa caricia”, sostienen.
9 Bloquear señales nerviosas para luchar contra el cáncer:
El sistema nervioso podría jugar un papel importante en el desarrollo de los tumores. Una investigación internacional muestra que al menos en el cáncer gástrico el nervio vago contribuye de forma importante a la formación del tumor. Este nervio craneal inerva casi todos los órganos del tórax y del abdomen. Precisamente por su complejo trayecto recibe el nombre de vago o vagamundo, que significa errante.
Los tumores que surgen del tejido que recubre el estómago en el cáncer gástrico son alimentados por fibras de este nervio vago que liberan el neurotransmisor acetilcolina, según sugiere un trabajo de la Universidad de Columbia publicado en Science Translational Medicine. El bloqueo de este neurotransmisor mediante toxina botulínica podría ser una técnica potente para frenar el desarrollo de este cáncer, que constituye el 10% de todos los tumores malignos que se diagnostican cada año en el mundo, con una tasa de supervivencia a 5 años de menos del 25%.
10 El elixir de la juventud está en la sangre:
La sangre joven rejuvenece. Esta frase podría parecer sacada de las páginas de una novela de Bram Stoker, el creador de Drácula, o de las sagas de vampiros que hacen furor entre los más jóvenes. Sin embargo, es la conclusión de tres artículos que publicados en mayo en “Science” y “Nature Medicine”, dos de las revistas científicas más prestigiosas.
Algo en la sangre de los ratones jóvenes (2 meses) es capaz de rejuvenecer el músculo y el cerebro de ratones de 22 meses, que están en la última etapa de su vida si se tiene en cuenta que no suelen vivir más allá de dos años de media. Y viceversa, la sangre procedente de ratones viejos perjudica a los más jóvenes.
Las sospechas recayeron en el factor 11 de diferenciación del crecimiento celular (GDF-11), que aumenta el nacimiento de nuevas neuronas en el hipocampo -mejorando el aprendizaje- y en el bulbo olfatorio -permitiendo recuperar el olfato parcialmente perdido-, y mejora la irrigación sanguínea del cerebro. Algo parecido ocurre en el músculo y el corazón: los ratones que reciben GDF11 aumentan su fuerza y capacidad de ejercicio. Estos esperanzadores resultados obtenidos en roedores han dado pie a poner en marcha este ensayo clínico para ver si en humanos se producen también un efecto de rejuvenecimiento del cerebro semejante.
Fruto de esas investigaciones, 18 personas con alzhéimer participan en un ensayo clínico para comprobar los efectos que el plasma de personas jóvenes tienen sobre esta patología. En un año podría saberse si la sangre de los jóvenes puede poner freno a una de las enfermedades más temidas y devastadoras asociadas al envejecimiento.
Esta investigación ha sido elegida entre las más importantes de 2014 por la revista «Science». Sus implicaciones clínicas sin duda merecen esa consideración.
Autora: Pilar Quijada.