Hemos de observarnos muy de cerca y a fondo, para poder ver cuándo nuestra mente se vuelve nueva y porqué lo hace.
Cuando se torne triste o infeliz, descubramos también las razones para ello y los factores que intervienen en la mente. ¿Nos ayuda la meditación a estar alerta, a tener una conciencia nueva? O ¿cuándo meditamos nos deprimimos más, tenemos más ensoñaciones e impurezas? Hemos de estar atentos a todo ello.
Hemos de estar capacitados para dirigir nuestras vidas de forma efectiva y satisfactoria, pues nadie nos puede enseñar la felicidad. Es tarea nuestra. La tarea de la vida es de capital importancia; no puede excluir los aspectos necesarios del vivir o la aportación al progreso social. La tarea de la vida lo incluye todo y no debe limitarse a nada en particular.
No podemos poner nuestra vida en manos de Buda, de Dios o de cualquier otro poder externo. Debemos tener la capacidad de afrontar todos los aspectos de la tarea de la vida. Es algo que depende totalmente de nosotros.
Al ser humanos y vivir en sociedad, nos vemos influenciados y condicionados por el grupo o la comunidad, en la que existen tradiciones con raíces muy profundas. Ésta es una de las razones por las que nos cuesta tener siempre una mente nueva. En primer lugar hemos de comprender de qué forma estamos condicionados. Hemos de despertar completamente del sueño y emerger de forma total de nuestro estado original. El estado original de ser, con el que hemos nacido, es armonía sin conciencia… Tenemos capacidad e inteligencia y la posibilidad de encontrar algo nuevo, en lo que reine una armonía completa y perfecta. Se trata de la armonía de la conciencia y la sabiduría. Dicho estado es la auténtica meta de toda clase de vida.
¿Cómo alcanzar dicha meta? Para hacerlo, hemos de decidir si estamos totalmente despiertos y hemos salido completamente de nuestro estado original, o si todavía vivimos en una suerte de sueño… Ser sensibles significa ser conscientes de todo lo que encontremos y ser solidarios con ello: objetos y amigos, gente y lugares. Una persona sensible es aquella que está atenta a sus estados de ser. Quizás seamos capaces de ser sensibles con respecto a las personas, pero es raro serlo también con cualquier cosa por nimia que sea. ¿Al pasear, sentimos la hierba y las piedras? Normalmente esto es imposible, al estar la mente tan ocupada con las ideas, la imaginación y el pensamiento asociativo. La mente nunca es libre, en cierta medida siempre se ve atrapada y confundida. Esta es la causa de que no haya novedad. La mente sigue siempre siendo una mente antigua, atrapada por los recuerdos de ayer, la semana pasada, etc. (…). Las experiencias pasadas la ocupan y la hacen pensar en realizar un esfuerzo por huir o por buscar satisfacciones. Pero cuando la mente no consigue lo que quiere, se frustra y se deprime. Una mente tal no puede ser nueva o libre. Vive en prisión, o, expresándolo en términos religiosos, en el infierno. El infierno no está en algún lugar allá abajo, está en nuestra mente, en nuestra vida.
Una mente con una conciencia nueva es de enorme importancia, pero la gente encuentra difícil alcanzarla. Algunos pueden llegar a dudar de la existencia de algo como una mente nueva, pero podemos hallarla a cada instante. Si la buscamos exteriormente, por medio del estudio o las creencias religiosas, ésa se oscurece. Sólo la hallaremos cuando haya paz y estemos solos: en nuestro interior. Si no es así, a lo largo de la vida siempre se irá repitiendo a sí misma, estará ocupada en lo superficial, atrapada por lo que ha acumulado, agotada por lo que desea y experimenta y dirigida por sus contenidos inconscientes. Esta mente es problemática en extremo y por ello mucha gente encuentra difícil actuar de forma relajada y libre. Al no haber conciencia y libertad suficientes, no puede haber tranquilidad posible.
Por tanto es básico observar a la mente y su problemática con la suficiente claridad para llegar a lo que la subyace. Poco a poco la mente se aligerará y se volverá más lozana, y podemos percibir la belleza de las cosas sin apegarnos a dicha belleza. El no-apego debe ser natural, si no, en cierto sentido, sería como huir en lugar de hacer frente a lo que se presente, ya sea algo agradable o desagradable.
La posibilidad de claridad de mente nos otorga el potencial para ser libres en cualquier clase de circunstancia y puede conseguirse -si no mostramos resistencia a lo que se presente-, por medio de la meditación. Tampoco deben existir esperanzas o expectativas de una experiencia maravillosa con relación a lo que suceda. Con estas ideas en mente, otro tipo de resultado engendra frustración, consternación e impaciencia, y la atención se distrae de lo que está sucediendo en este momento. Existe la tendencia a excluir o temer lo inesperado, resistiéndonos a ello en lugar de observarlo. La mente se ve involucrada en una batalla, luchando y tratando de alejar lo que se presenta, en lugar de simplemente observarlo.
Si no esperamos resultados, entonces somos libres para ver lo que hay; y en esto consiste realmente la meditación. Lo que importa es ser conscientes del presente, estar totalmente atentos a lo que sucede en nuestro interior. Cuando utilizamos la atención de este modo, y no nos distraen los pensamientos sobre los resultados, la mente deja de forjar resistencias. La mente es inteligente y sabe cómo crear barreras protectoras con el fin de mantener su propio ‘progreso’. Hemos de comprender sus trucos, pero nadie nos los puede enseñar, somos nosotros los que hemos de comprender nuestra mente. No nos ha de atemorizar o avergonzar lo que observemos. Al volvernos sensibles a los aspectos indeseables de nuestras mentes y nuestras vidas posiblemente sufriremos. Pero uno no debe aferrarse a la idea de que debe liberarse del sufrimiento. Una idea de esta naturaleza impide la tarea del vivir y el afrontar lo que suceda. Si no hay resistencia a lo que tiene lugar, sea esto agradable o doloroso, poco a poco se irá extinguiendo la causa del sufrimiento. Hasta entonces, el sufrimiento tiene un papel que jugar en nuestra vía. Sin sus lecciones la ecuanimidad carecería de sentido y no nos sería posible alcanzar la sabiduría profunda.
Sin embargo, hemos de saber cómo beneficiarnos del sufrimiento en lugar de vernos destruidos por experiencias tristes. El sufrimiento sólo puede utilizarse de forma constructiva al observar sus procesos sobre la marcha. Observemos todo lo que se presente, la impermanencia, el sentido o la falta de él de todas las experiencias y acontecimientos. Sin rechazo, sin apego, simplemente observando y tomando nota de su naturaleza. No hay necesidad de actuar o reaccionar, simplemente hay que dejar que se instale la acción correcta. A la mente superficial, esta acción correcta le parece paradójica, pues la mente superficial depende del pensamiento, que procura utilizar la razón lógica para descubrir la verdad. Este no es el camino para alcanzar la verdad profunda. La mente lógica es limitada, pero cuando es capaz de romper sus límites puede conocer lo profundo. La auténtica mente lógica forma la base que permite ver más allá de sus fronteras, puesto que, si no es arrogante, es consciente de algo que se le escapa y puede tener atisbos acerca de una naturaleza superior, aunque no esté preparada para experimentarla. Su lógica posee una cierta claridad que no se ve arrastrada ni por las creencias inamovibles ni por las supersticiones. Pero, con el fin de ir más allá de sí misma, debe dejar a un lado cualquier idea que su propia lógica pueda tomar por la verdad.
Lo nuevo no puede coexistir con lo viejo, debe obrar como nuevo. Por ello es esencial que ‘muramos’ al pasado y no tengamos temor alguno a esta muerte. Cuando sabemos que morimos en cada instante, nos renovamos constantemente y nos liberamos de antiguas pautas. Al volvernos algo muy distinto, el devenir también desaparece. Nos despertamos al ser, lo que equivale a renacer. Para renacer, antes tenemos que morir, no físicamente sino en la mente. Cuando no cargamos con esta mente ‘muerta’, viajamos con ligereza. Entonces la meta se aproxima cada vez más. No vamos nosotros hacia ella, ella viene a nosotros. La auténtica meta es una verdad viva, no estática. Al liberarnos de lo antiguo, tanto las cosas muertas como nosotros poseemos una conciencia nueva que nos lleva, en lugar de a más condicionamiento, a una dimensión completamente nueva.
Autor: Dhiravamsa.