La destrucción completa de una estructura cerebral impide sentir temor.
Pocas veces los científicos pueden estudiar la función que cumplen las distintas partes del cerebro con tanta exactitud como cuando un individuo carece por completo de dicha estructura o de su acción, cosa poco frecuente. Pero ése es el caso de una ciudadana estadounidense conocida por las iniciales S.M., que padece una extraña condición que provocó que sus dos amígdalas se destruyeran y que viva sin tener miedo.
Estas estructuras (situadas una en cada hemisferio cerebral) están formadas por miles de núcleos que, como parte del sistema límbico, intervienen en la regulación de las emociones. Entre ellas, el miedo. Los estudios con animales, desde ratas hasta monos, han demostrado que la amígdala es crucial ante el terror, desde su procesamiento hasta su reconocimiento y la inducción de una respuesta. “Pero poco se sabe de su papel en la inducción consciente de comportamientos relacionados con el miedo”, señalan los autores en la revista ‘Current Biology‘.
Pero el equipo liderado por Justin Feinstein, de la Universidad de Iowa (EEUU), contó para este propósito con la colaboración de la señora S.M., que se sometió a varias situaciones que asustarían a la gran mayoría; respondió en el transcurso de tres años a numerosos cuestionarios acerca de sus fobias y de cómo se sentía día a día y comentó experiencias pasadas con ellos. Ni rastro del miedo.
Arma de doble filo
“En su vida diaria, S.M. se ha topado con numerosos hechos traumáticos [atracos a mano armada, amenazas de muerte, violencia doméstica] que han puesto en peligro su vida y, según nos ha señalado, no le causaron miedo”, ha explicado Feinstein. “En esencia, estas experiencias no dejan huella en su cerebro“.
Tampoco las ‘pruebas’ a las que fue sometida. La llevaron a una tienda de animales exóticos en la que había arañas y serpientes, animales que “llevaba años diciendo que ‘odiaba’ y que ‘trataba de evitar'”, recuerda este investigador. Y cuando estuvo allí cogió, acarició y observó detenidamente cuantos quiso, a veces incluso en contra de las advertencias de los empleados. ¿Por qué? “Por curiosidad”.
Las reacciones ante la ‘casa del terror’, en donde lideró al grupo al grito de “¡por aquí chicos, seguidme!”, y durante el visionado de 10 clips de vídeos de terror -una de las formas más eficaces de inducir emociones en un laboratorio- fueron idénticas. “En conjunto, estos resultados sugieren que la amígdala es un área fundamental del cerebro para provocar un estado de miedo en los humanos”, subraya el estudio, pero no en otras emociones.
La parte negativa es que ser incapaz de sentir miedo te vuelve incauto. El cerebro no te advierte de las situaciones, personas o cosas de las que debes mantenerte alejado si quieres sobrevivir, tal y como le ocurre a la protagonista de este estudio que, a sus 44 años, “es bastante sorprendente que esté aún viva”, advierte Feinstein.
Pero el ejemplo de S.M., una de las personas mejor estudiadas del mundo, ha permitido a los investigadores constatar que nuestros miedos se tejen en la amígdala y que aprender a controlarla o ‘apagarla’ de forma selectiva podría ayudar a las personas que sufren síndrome de estrés postraumático cuyas vidas están gobernadas por el terror.
Autora: Cristina de Martos